Raquel, joven de 27 años que vive en Guayaquil, fue rescatada el 28 de enero pasado por miembros de la UNASE de un secuestro del que era víctima. ¿El secuestrador? su expareja, quien la torturó, incluso sexualmente, ya que propinó a Raquel descargas eléctricas en sus partes íntimas, además de mantenerla maniatada y amordazada.
El 25 de enero, la ex pareja de Raquel llegó hasta su trabajo y ella accedió a dar una vuelta en su carro para hablar de la relación y arreglar los problemas que tenían. En el trayecto discutieron y él la maniató y amordazó; en esas condiciones de indefensión, la llevó hasta su residencia donde la retuvo contra su voluntad durante cuatro días.
Sus familiares y allegados no sabían nada concreto de Raquel. Para no levantar sospechas, el agresor se posesionó del teléfono de su víctima y contestaba de manera escueta los mensajes de whats up y rechazaba las llamadas y video llamadas.
En un mínimo descuido de su captor, Raquel tomó su teléfono y se comunicó con una amiga. Los familiares de Raquel denunciaron el hecho y el 28 de enero, el personal de la UNASE la rescató. Su verdugo fue detenido en delito flagrante y la justicia le sigue dos procesos por separado: uno por secuestro extorsivo y otro por violación sexual. Los exámenes psicológicos practicados a Raquel demuestran que se encuentra en riesgo de violencia grave; su agresor se acogió al derecho al silencio y en los próximas semanas se espera que sea sentenciado en el caso de secuestro extorsivo. Para quienes llevan el caso, es desconcertante e inusual el cuadro de violencia que sufrió Raquel, quien ahora trata de retomar su vida.
Raquel cuenta con la asistencia de una defensora pública del Área de Víctimas, la doctora Evelyn Orrala Macías, quien tiene formación en perspectiva de género y además está siendo apoyada por el programa Amiga, ya no estás sola.
Existen pruebas contundentes y sólidas en contra del agresor de Raquel, además que fue detenido en pleno cometimiento del delito y debe ser sentenciado por secuestro extorsivo y violación sexual. Solo por el primer delito, debería ser condenado hasta a 13 años de prisión. ¿Se imaginan a este energúmeno otra vez en las calles? (O)
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