El ordenamiento internacional es el resultado de la interacción social y política de los Estados. Las naciones, como los hombres y las mujeres, no pueden estar aisladas y, por el contrario, requieren una estructura sistemática que les permita comunicarse y asociarse en bien de sus conciudadanos. La teoría de Hobbes del ser humano antisocial no es válida para las personas ni tampoco para los países.
Simón Bolívar, sin duda, es el preclaro y definitivo pionero americano de la organización internacional.
La Carta de Jamaica, que pronto tendrá 200 años de escrita, sustenta sin ambages la concepción bolivariana de la unión de las tierras de América, de aquellas que al independizarse de España deberían unirse “en una sola nación, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con su todo”. En otras palabras, la creación de una institucionalización de repúblicas aunadas en una sola alianza y hermandad.
Los importantes y los mayores principios de la unificación continental vertidos es esa misiva, publicada en el periódico Royal Gazette, en Kingston, el 6 de septiembre de 1815, con el epígrafe de “Respuesta de un americano meridional a un caballero inglés”, tienen plena vigencia ahora en la estructuración de Unasur, concertación nuestra, mestiza y coherente desde su génesis con esos preceptos de Bolívar y que desde ya se muestra como el organismo internacional ágil, renovador, dinámico, creativo, capaz de imponer la verdad sobre América del Sur.
Con eficacia y eficiencia, sin sectarismos ni prepotencia y solo con la vocación latinoamericana, sin manualismos ni dogmatismo, Unasur ya no es una esperanza, es una realidad palpable que ha contribuido y lo sigue haciendo en la estructuración de una organización de la patria grande, demoliendo el viejo orden semicolonial de la OEA.
Los más importantes lazos configurativos de un proceso histórico pueden ser de naturaleza orgánica o crítica, los primeros en su desarrollo tienen un ritmo uniforme, los últimos se caracterizan por ser expresión de sacudimientos fundamentales con connotaciones casi telúricas.
La propia sociedad humana siempre requirió cambios sustanciales que solventen nuevos pedestales y ajustes que resguarden su seguridad, equilibrio y perspectiva de porvenir.
Estas situaciones circunstanciales no se sustentan en oscilaciones perentorias en las jornadas de los tiempos, son -a no dudarlo- el traslado fundamental de las épocas históricas. Unasur es una expresión más que importante de estas mutaciones y, por tanto, hay que cuidarla y engrandecerla.
Con el pensamiento del Libertador, esta entidad de unidad sudamericana está destinada a transformar las relaciones de política exterior de nuestros pueblos con el resto del mundo, y pasar a ser la “reina de las naciones y la madre de las repúblicas”.