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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

De Kennedy a Obama

14 de julio de 2016

Una vez más, el odio racial ha vuelto a encender las calles de Estados Unidos. La acción brutal de policías blancos, que golpean o matan a jóvenes negros por cualquier motivo se ha vuelto un acto frecuente. Y esto ha convocado la protesta generalizada de la población negra, que ve a la Policía de cada condado como una fuerza enemiga de los negros y organizada contra ellos.

El odio racista de la Policía se ha expresado en los últimos días con numerosos crímenes. El pasado martes 5 de julio, un negro de 37 años fue baleado por la espalda por policías de Baton Rouge, en el sureño estado de Louisiana, lo que fue filmado por un testigo y desató la ira y protesta de los negros. Al día siguiente, en el norteño estado de Minnesota, un negro que estaba sentado en su auto junto con su familia fue baleado por un policía blanco en un control de tráfico.
Dos días más tarde, el jueves, mientras se desarrollaba una protesta negra contra la brutalidad policial, un negro, veterano de la guerra de Afganistán, mató a cinco policías e

hirió a otros once. Antes de ser muerto por un robot de la Policía, declaró que estaba enfadado con los blancos y quería matar policías. Todo ello ocurrió cerca del lugar donde fue asesinado el presidente Kennedy, el 22 de noviembre de 1963.

A su tiempo, este presidente tuvo que enfrentar una explosión de odio racial blanco, que llegó a impedir que jóvenes negros pudieran asistir a clases en la Universidad de Alabama. Esto produjo la reacción de la población negra, lo que elevó la tensión en la ciudad y en el país. Al fin, el presidente Kennedy (blanco, millonario y católico) envió a Alabama las tropas de la Guardia Nacional, para garantizar que esos jóvenes fueran admitidos en la universidad y refrenar el racismo de los blancos, que hacían exhibición de armas.

El 11 de junio de 1963, Kennedy se dirigió al país por radio y televisión, en un discurso memorable de defensa de los derechos civiles. Dijo entonces:

“Han pasado cien años de desde que el presidente Lincoln liberó a los esclavos, pero sus herederos, sus nietos, no son plenamente libres. Todavía no están libres de las cadenas de la injusticia. Todavía no están libres de la opresión social y económica. Y esta nación, con todas sus esperanzas y sus alardes, no será libre hasta que todos sus ciudadanos sean libres.

… La llama de la frustración y la discordia arde en todas las ciudades, del norte y del sur, y no hay remedios jurídicos disponibles. Se busca la reparación en las calles, en manifestaciones, marchas y protestas que crean tensiones, presagian violencia, amenazan vidas. Por consiguiente, nos hallamos ante una crisis moral como país y como personas. No se puede solucionar con medidas de represión policial.

… Hoy, hay negros desempleados, dos o tres veces más que blancos, con una educación insuficiente, que se mudan a las ciudades grandes, incapaces de encontrar trabajo, en particular jóvenes desempleados sin esperanza, a quienes se les niega la igualdad de derechos...”.

Cincuenta y tres años después del discurso de Kennedy, sus palabras siguen teniendo vigencia en gran medida. Y es que actualmente hay en Estados Unidos un presidente negro, pero la Policía blanca sigue matando impune y alevosamente a los negros. Triste paradoja de un país marcado por el racismo y la xenofobia, aunque oficialmente se precia de ser un país de inmigrantes y se proclama abanderado de la democracia en el mundo. (O)

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