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El Telégrafo

¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos?

22 de agosto de 2011

El interrogante permanente de Gauguin para la humanidad, contenido en uno de sus célebres lienzos nos facilita el título para el esfuerzo de Igor Guayasamín Crespo, en busca de la identidad de uno de los sectores más relegados de la población ecuatoriana: el colectivo afro-ecuatoriano, tarea emprendida con la investigación: Wimbi: del oro al agua helada.

El indicado texto cita antes de comenzar un cantico de bienvenida a los forasteros de las mujeres ancianas de Wimbi, cuya musicalidad y sobriedad me recuerda el poemario de Paco Tobar García, ofrecido a Elena, digna representante de las cualidades de la negritud.

El estudio analiza el periodo transcurrido entre 1997, en el cual el autor realiza un video de la vida cotidiana, leyendas y el entorno natural de Wimbi, hasta el  2007 en el cual observa y se documenta sobre los impactos de la modernidad en la comunidad, entre ellos el discernimiento sobre los mitos (La Tunda), video motivo central de la visita del 67.

El objetivo a cumplirse por la investigación es identificar los cambios de identidad cultural originados por la modernidad.

Los ejes de la investigación correspondieron a los objetivos que se proponen: identidad cultural y modernidad, los cuales generan la Propuesta Teórica del Estudio que se apuntala en una nutrida y valiosa revisión bibliográfica producida al respecto en los últimos veinte años y que definen los temas del texto: Modernidad, Identidad cultural, Territorio e identidad, Raza, racismo y blanqueamiento, Jerarquías sociales, género y resistencia. Creo que todos estos temas merecen la difusión y amplia discusión de los versados.

En el antepenúltimo tema de investigación en referencia al 60, me lleva a apuntar ausente, a un autor sin temporalidad: Franz Fanón, ícono de la estrategia contra la pobreza y de la discusión del tema racial, quien señalaba: que negro solo existía en la definición del dominador blanco.

La misma razón me recuerda a O. Lewis en la técnica de la entrevista rural, donde Igor cumple con su visión de cineasta comprometido con los marginados.

Finalmente, debo expresar la vigencia de la alegoría de “La Tunda”, de la cual Adalberto Ortiz, negro y destacado referente intelectual  ecuatoriano, escribe (con el perdón de la academia por esta opinión) uno de los cuentos de realismo mágico más logrados, rescatado por el lente de Igor, para nuestro legítimo acervo intelectual.

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