El rostro de Amare Stoudemire transmitía frustración con la misma velocidad que Usain Bolt corre los 100 metros, las gotas de sudor se deslizaban por su rostro, cual chorro de las cataratas del Niágara; no existía en ninguna despensa el bálsamo que pudiese mitigar su decepción por perder seis partidos en fila con su equipo de la NBA, los Knicks de NY...; solo cuando vio entrar al camerino a Jeremy Lin su perspectiva cambió.
Resulta imposible no mezclar las emociones que inspira este jugador de origen taiwanés para su equipo, la liga y el mundo. En muy poco tiempo, los cambios en la vida de alguien pueden ser radicales. ¿No me creen?...
Tres meses antes, Lin había conversado con su agente, ese mismo día se acercaba la Navidad de 2011, solo dos semanas antes había sido dado de baja por los Golden State Warriors y, para sumar más tensión a su malestar, los Rockets de Houston le habían anunciado que no lo querían más (había recibido contrato con ellos por los últimos 10 días).
Con un regalo de Navidad bajo el brazo, ese viernes 23 de diciembre era decisivo en las decisiones futuras del jugador, egresado de la Universidad de Harvard en economía. Las conversaciones con su agente apuntaban a salir del país.
Lin tomó un taxi, se dirigía a la embajada de Italia, pediría su visa de trabajo para jugar en el Teramo, no quería seguir en la NBA.
Acercándose a la fila de solicitantes de permisos, recibió una llamada de su hermano. Por las siguientes noches no podría dormir en el sofá que había sido su cama los últimas cinco noches. Tenía que buscar dónde quedarse, apagó su celular y activó el dispositivo de espera en su paciencia.
Se le informó que debía regresar después de las fiestas, los permisos de trabajo para Italia exigían más trámites de los que pensaba. Llamó a un amigo para solicitar posada esa noche.
En la víspera de Navidad, su futuro no podía ser más incierto, cerró el teléfono y notó que tenía dos mensajes de voz.
El primer mensaje era de su “coach” de universidad, le pedía que no vaya a Italia, que él tenía todo para ser una estrella en la NBA. Lin ya no creía en eso, dos equipos lo habían despedido en solo 15 días, además de haber sido enviado tres veces a las ligas de desarrollo de la NBA.
El segundo mensaje era de los Knicks de NY, querían ofrecerle una oportunidad... Lin y el mundo no tenían idea de lo que pasaría en las próximas semanas. Postergó su viaje a Italia y accedió a otra posibilidad de estabilidad en la NBA.
Con Carmelo Anthony y Amare Stoudemire lesionados, el panorama no era nada alentador para el equipo de NY, a la espera de la llegada de Lin. Mientras se cambiaba de ropa, no podía dejar de pensar si había tomado la decisión correcta, tal vez hubiese sido mejor ir a Italia.
¿Qué podría haber cambiado para que su juego, nada bien recibido por dos equipos en la NBA, ahora pueda tener un impacto o notable diferencia?
De la nada algo pasó, algo explotó, la magia de Lin inició. Los astros debieron estar alineados, o algún hechizo cayó sobre él.
Sin sus estrellas Anthony y Stoudamire disponibles, los Knicks ganaron cinco en fila y Lin promedió más de 26 puntos por partido. Y no solo puntos, sino un juego completo, versátil y espectacular. Su promedio durante esos días fue mejor que el de Kobe Bryant y Lebron James.
Guió al equipo, dio asistencias, puso orden y no se equivocó cuando lanzó a la canasta o cuando tuvo que liderar los ataques.
Su historia tenía vida en Nueva York, la exposición mediática era poderosa, el planeta empezaba a conocerlo, pero no Kobe Bryant.
Antes del partido contra los Lakers, le preguntaron a Bryant qué opinaba del surgimiento de Lin. El jugador de los Lakers se disculpó, no lo conocía... Lin hizo 38 puntos esa noche.
El impacto mediático fue colosal, en las redes sociales de EE.UU. su nombre era mencionado con más frecuencia que el del presidente Barack Obama.
En una semana se registraron solicitudes de 23 países a la NBA pidiendo su camisa; durante tres semanas fue la más vendida en la NBA.
Las tiendas de NY no tenían suficiente indumentaria de Lin, las ventas superaban a las de Navidad, y era febrero. 50.000 camisetas del basquetbolista fueron adquiridas en ese mes.
Los Knicks no podían estar más agradecidos, Lin seguía produciendo, las ventas habían ascendido al 200%, los ratings de TV mejoraron en un 70% y el jugador recibía un sueldo abajo del promedio en la liga.
La NBA paga cerca de $ 5 millones al año a sus figuras; Lin, que solo unas semanas atrás no tenía dónde dormir, ganará $ 609.000 en esta temporada.
Tal ha sido la locura por Lin que en una subasta se pagó la cifra de $ 4.800 por un anuario viejo de su colegio.
¿Qué ocurrió?, ¿en qué dimensión ingresó Lin?, ¿qué poder se adueñó de su juego?
Los Knicks, de pronto, entraron en una racha negativa. Lin sigue como titular, continúa dando asistencias al granel, pero los Knicks andan algo perdidos.
Pese a esto, el jugador -quizás recordando que hace poco dormía en un sofá- sonríe cuando, cada vez que llega al coliseo de los Knicks, la seguridad del equipo le sigue pidiendo que se identifique para dejarlo pasar.
“LINaje” y tenacidad, aspectos que seguramente analiza Stoudamire mientras reflexiona sobre la mala racha del club y la historia del nacido en Los Ángeles, California, Jeremy Lin.