La Función Judicial del Ecuador en el siglo pasado fue etiquetada con el mote de “La Cenicienta del Estado” porque era la última rueda del coche frente a los otros dos poderes del estado ecuatoriano, nada independiente, amén de que todos los años debía estar golpeando las puertas del Ministerio de Finanzas para que se le asigne el presupuesto para su subsistencia, con una carencia absoluta de recursos materiales y humanos.
El siglo 21 fue el despertar de la Función Judicial y en menos que cante un gallo el poder político de turno enrostrado en el Poder Ejecutivo, puso los ojos en la Función Judicial transformándola de tal suerte que se hicieron muchos Complejos Judiciales, incluso haciéndola crecer en número en nombre del derecho al acceso a la justicia. En buena hora que eso sucedió, dejó de ser la “Cenicienta”.
Sin embargo, hoy por hoy podemos decir que de “Cenicienta del Estado” pasó a ser la “Sirvienta del poder”, claro con las excepciones que existen, pues no es prudente generalizar las actuaciones de los operadores de justicia frente a los intereses de determinada clase política, pero sin lugar a dudas que ese es el signo de los últimos años y que afea la imagen de la administración de justicia, que es la piedra angular sobre la que se levanta el estado de derecho, por lo que hay que defenderla. En otras palabras, la clase política se está sirviendo de la administración de justicia para sus fines y desde hace fu de tiempo.
Ya dijimos en otro momento que política y justicia no van de la mano. La justicia está a merced de los intereses político partidistas, por lo que sentimos vergüenza ajena y pensamos en voz alta, “hasta aquí podemos llegar” “se acaba de estropear todo y ya no hay quien lo arregle”, lo cual se ha convertido en un clamor popular. De tal forma que la reorganización de la Función Judicial al parecer se ha convertido en una necesidad de país, y por la que pagarán justos por pecadores.
No se ha logrado romper el cordón umbilical del poder político con la Función Judicial, pese a los grandes intentos que se han dado a través de las dos constituyentes y desde el regreso a la democracia. Y es que estamos cosechando lo que sembramos, puesto que la reforma constitucional del 2011 que fue aprobada por el pueblo ecuatoriano, permitió la metida de mano en la justicia, que hasta la presente fecha no podemos sacarla, y de la que la clase política se está beneficiando, por lo que las decisiones de los jueces caen en la lupa de la suspicacia y la maledicencia, afectando la imagen de juezas y jueces probos por culpa de unas cuantas manzanas podridas como expresión de ignorancia o corrupción y en veces de arrogancia.
De “Cenicienta a sirvienta”. Ayer nomás la actuación del juez de Manabí y el habeas corpus en combo ha evidenciado la crisis del sistema de justicia y explica el apelativo de esta columna. En fin y como corolario de lo comentado, la Asamblea Nacional ha sido la mayor cliente de los servicios de la justicia ecuatoriana y porqué no decirlo la patrona que hace y deshace en la administración de justicia desde hace algunos años.