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El Telégrafo
Gabriel Hidalgo Andrade

¿La culpa es de Correa?

14 de junio de 2020

Siempre es más fácil culpar a otro. Que la prensa, que la partidocracia, que la larga noche neoliberal eran los pretextos en el pasado reciente. En el presente se culpa de todo al gobierno anterior. ¿Sirve de algo esta apuesta victimista?

Quien traslada sus culpas a otros, deforma y huye de la realidad. Consiste en sobredimensionarse, en mirarse siempre con indulgencia, en sentirse atacados por cualquiera y justificados para atacar, es rehusarse a cualquier valoración autocrítica. El victimista nunca se equivoca.   

La política se ha convertido en la arena del victimismo. Hoy queda solo un puñado de fanáticos que se miran a sí mismos como los predestinados para gobernar, para recuperar la patria, los que nunca se equivocaron en nada, los que son las víctimas incuestionadas de una persecución inmisericorde. Muchos de estos se han convertido en una falange de acoso en las redes sociales porque no tienen más espacio que ese. También hay quienes insisten desde el gobierno en no dejar de mencionar a sus antecesores como fórmula de expiación.

Todo esto sirve para personalizar el conflicto, para ponerle una cara, para identificar al enemigo. En esta disputa inútil se destruye el pluralismo porque de imponerse y ensancharse esta grieta política serían solamente estos dos sectores polarizados quienes compitan por la atención de los públicos.

Así se distribuirían la hegemonía, las ideologías y la opinión pública en este campo de lucha por los significados públicos, todo tras apelar insistentemente al victimismo. Mientras tanto, aquí nadie hablaría del futuro. Sería la pelea entre los traidores y los traicionados. Dando la idea de que se necesitan, que se mencionan mutuamente para existir. ¿Esa es la apuesta de los operadores de comunicación del régimen?

¿La culpa es de Correa? No. Si antes la culpa de todo recaía en actores corporativos, indeterminados y despersonalizados, hoy la culpa es de alguien que no termina de morir porque no dejan de invocarlo. (O)

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