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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Cuenta dónde se lucha

09 de marzo de 2016

Conocí a Guillaume Long cuando era aún un estudiante doctoral en Londres. Desde aquella primera vez que nos cruzamos en una charla sobre la coyuntura política en Ecuador me impresionó por la clareza intelectual que sus palabras emanaban, así como por la honestidad de sus posturas.

Sospecho que ni él esperaba entonces que esa pasión por la Patria -y cuando digo Patria quiero decir tierra y justicia, en un matrimonio indisoluble- lo hubiera llevado tan lejos. ¡Vaya recorrido! Guillaume ahora no es nada menos que el responsable de las relaciones internacionales del país. ¡Felicitaciones!

Creo que decir que era él el hombre más indicado para  asumir ese puesto no es un disparate: se unen en su figura preparación intelectual, desenvoltura política, conocimiento específico de la materia. Ciertamente Long conoce mis reservas no solamente hacia muchas de las políticas de este Gobierno, sino también sobre la estrategia política de excesiva prudencia que ha caracterizado el sector político del cual proviene. Pero más allá de eso, reconozco en él uno de los cuadros más sanos que hay en circulación.

Sin embargo, es otro tipo de proveniencia la que ha causado un cierto revuelo en los días pasados. Algunos comentaristas han atacado su designación, aduciendo que la Cancillería es un sitio demasiado delicado para alguien que no ha nacido en el país. Podría entender ese argumento si Long no hubiese estado inmiscuido en los asuntos nacionales en los últimos años, si se tratara de un nombramiento de alguien ajeno a la realidad del país. No es claramente su caso. Como ya recordado por muchos en estos días, no importa dónde se nace, ni dónde se muere, sino dónde se lucha. Y me parece que en estos términos, Long no es segundo a nadie.

No somos pocos los que, viniendo de otros países, nos hemos enamorado de esta gema engarzada entre Andes, Pacífico y Amazonía, decidiendo volcar aquí nuestras energías militantes y nuestros mejores años.

No somos pocos los que, teniendo o no nacionalidad ecuatoriana, hemos trabajado, y seguimos trabajando, dentro de la Revolución Ciudadana, contribuyendo con pequeños -y a veces grandes- granos de arena a través de nuestras palabras, actos y sobre todo pasión. Aquí la cuestión va claramente más allá de la ciudadanía, pues tanto Long como yo hemos hecho política en este país a diferentes niveles desde antes que nos volviéramos ciudadanos ecuatorianos.

El argumento no puede tener validez unilateral, sin embargo. Si Long sintió la necesidad de legitimar su designación aduciendo que es justamente el lugar donde se lucha lo que cuenta en definitiva, el razonamiento debe tener carácter universal. En otras palabras, no puede ser válido solo para él y los que trabajan para el Gobierno, sino para todos, incluso los que no nos gustan y luchan por otros ideales.

De otra manera, es puramente un pretexto empleado de forma maliciosa e instrumental. Es por eso que Long será realmente consecuente con sus palabras si, en calidad de canciller, extendiera sin hesitaciones la visa para regresar al Ecuador a Manuela Picq. (O)

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