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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Cuenca por el agua y la vida

07 de febrero de 2021

La Cámara de minería habla de “minería responsable” y me suena igual cuando en el régimen correísta se inventaron lo de “autonomía responsable” con el objetivo de menoscabar la autonomía universitaria. Las actividades mineras no sólo se limitan a extraer materiales provocando altísimos impactos denominados pasivos ambientales que superarían a los beneficios generados, sino que además acarrean problemas sociales como pérdida de condiciones de sustento de las comunidades locales, desintegración social, cambios culturales abruptos, delincuencia, además de problemas para la salud.

La cuestión minera y extractiva no es tan sencilla, la minería tiene varias fases y en todas ellas se desencadenan impactos. En la exploración ya hay una fase de afectación por caminos de acceso, campamentos, trabajos geofísicos, zanjas, que se abren en la zona. Durante la explotación hay deforestación de bosque que luego generan escorrentías que generan verdaderas catástrofes, impacto sobre el hábitat de especies endémicas, y sobre todo la afectación de las fuentes de agua en zonas de páramo es un tema clave en el caso de Cuenca.

En la propia zona de extracción se provoca erosión y residuos inmensos de tierras y rocas estériles. Por otro lado, la cantidad de agua que se requiere termina por secar las fuentes de agua del sector. Los especialistas señalan que se genera material tóxico de ácido que podría continuar por cientos y hasta miles de años; incluso que metales pesados pueden terminar en tejidos de organismos vivos.

También acarrea contaminación del aire que provoca daños a la salud y gases que contribuyen al efecto invernadero y el consecuente cambio climático; todo ello unido al ruido y un sin fin de otros daños irreparables. Apenas uno revisa la información es para asustarse, y un estudio del tema le da la verdadera dimensión de la minería y las actividades extractivas.

Cuenca y el país merecen mejor suerte que semejantes amenazas que afectarían a sus fuentes de agua y al consumo humano de la ciudad ubicada más abajo, aunado a estos otros impactos detallados. Cuenca, sus cuatro ríos, sus árboles, sus hermosos parques lineales a lo largo de estos ríos, y el agua de consumo humano, todo esto corre un riesgo inmenso con la minera metálica.

La lucha por el agua fue emprendida hace décadas por unos pocos activistas ambientalistas, más bien de origen campesino, era por la defensa del agua de riego, indispensable para sus cultivos, y su autogestión; desde la ciudad no entendíamos bien estos procesos. Hoy esas reivindicaciones han escalado a otros niveles con la amenaza de la minería, pero los habitantes de la ciudad y sus parroquias rurales están conscientes que lo prioritario es el agua, esos frágiles sistemas, el medio ambiente, una población saludable, en definitiva, la vida. (O)

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