La coyuntura del triunfo de la Revolución Cubana (1959) coincidió con la emergencia de los procesos de liberación nacional africanos en los que Cuba participó activamente, consciente de la necesidad de saldar una deuda histórica con los africanos esclavizados, que cuando fueron convocados al combate por la independencia de la isla por Carlos Manuel de Céspedes, se convirtieron en “intrépidos guerreros mambises”. Así, cuando el 17 de enero de 1961, Patrice Lumumba fue atrozmente asesinado en el Congo anunciando la decisión colonialista de aplastar esos movimientos de liberación, Cuba decidió apoyarlos y envió al Che para informarse de primera mano de su situación.
Fue una decisión intrépida porque la isla estaba acorralada por el bloqueo estadounidense. Pero, no se amilanó. Decidió seguir desafiando al colonialismo desde el continente madre, radicalizando su propio proceso, en momentos en que los gobiernos de América Latina le dieron la espalda. Fueron allá por propia voluntad pero también por pedido de líderes como Ben Bella, Amilkar Cabral y Agostinho Neto. En África vivieron su otra Sierra Maestra combatiendo hombro a hombro con sus hermanos por la liberación del Congo, Argelia, Etiopía, Mozambique, Guinea Bissau, Cabo Verde, Angola, Namibia y Sudáfrica. Quizá nunca se imaginaron que iban a permanecer allí por 26 años en los que ni un solo día “dejaron de empuñar el fusil”. Ni tampoco que entre combatientes y civiles movilizarían 500 mil personas; ni que la sangre de 2077 cubanos sería derramada en esas tierras.
Participaron en las heroicas batallas de Kifangondo, Ebo y Cuito Canavale por la liberación de Angola. Fue en esta larguísima guerra, que duró décadas, en las que el aporte cubano fue decisivo para la liberación de ese país y de toda África. Cuando en los años ochenta Sudáfrica mantenía asediada a Angola, Fidel comprendió que su victoria reforzaría el apartheid, optando por jugárselo todo y proporcionar una solidaridad internacionalista masiva que terminó justamente en la histórica derrota de los colonialistas en la heroica batalla de Cuito Canavale el 23 de marzo de 1988. Según Nelson Mandela esta victoria “destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco… [e] inspiró a las masas en lucha de Sudáfrica… Cuito Cuanavale fue el punto de inflexión para la liberación de nuestro continente —y de mi pueblo— del flagelo del apartheid” (Gleijeses, s/f).
Una no puede imaginar cómo un país como Cuba, con tantas necesidades, pueda haber dado tanto y tan desinteresadamente a los revolucionarios africanos. Porque, como diría un diplomático cubano: “de África… solo nos llevamos los restos de nuestros muertos” (Quintero, 2012). Pero, con ello, Cuba encontró los soportes de su propia resistencia como revolución en el escenario internacional. Porque antes que sus propios países hermanos latinoamericanos estuvieron los gobiernos hermanos africanos demandado el fin del bloqueo a Cuba en la ONU. De ahí que, la historia de la Cuba revolucionaria no pueda pensarse sin África, ni África libre pueda pensarse sin Cuba. (O)