Siempre nos han prometido un Santo Grial. A finales de la década del 60, el corazón de Cuba latía al ritmo de la llamada Zafra de los Diez Millones, mientras que en los años de la crisis económica conocida como Período Especial, la esperanza se centró en el Plan Alimentario que llenaría los platos y contentaría los estómagos. Ahora, todas las ilusiones de 11 millones de personas se aferran a que los barcos de combustible venezolano atraquen y descarguen su preciosa carga en esta isla.
El país vive una nueva recaída económica, que algunos consideran como un nuevo síntoma de la larga enfermedad de la improductividad, la dependencia de subsidios extranjeros y la incapacidad del modelo económico cubano para generar eficiencia y bienestar.
El oficialismo llama a la calma y ha nombrado la circunstancia como “la coyuntura”, una palabra digna de la neolengua a la que nos tiene acostumbrados la Plaza de la Revolución, que rebautizó al sector privado como “por cuenta propia”, a los desempleados como “trabajadores disponibles” y a la dictadura como “democracia de un único Partido”. Más allá de los nombres y frases del discurso público, la realidad tiene su propio vocabulario.
Las largas filas en las paradas de ómnibus, el desabastecimiento de productos básicos y las horas de espera para llenar el tanque de gasolina en un servicentro encuentran en las conversaciones populares su propia forma de ser nombradas: “la cosa está mala”, “esto es para largo” y “no es fácil”, son las expresiones que llenan cada esquina de la isla por estos días. Tampoco falta el humor, esa válvula de escape de la frustración social, que hace todo tipo de parodias y juegos de palabras con el momento “coyuntural”.
A pesar de la llamada Revolución Energética que se emprendió a inicios de este siglo, Cuba es más dependiente ahora de los combustibles fósiles de lo que lo fue hace una década. Basta que un tanquero de petróleo se retrase y todo el país se queda paralizado, en pausa, hasta que arribe el próximo barco.
La calamitosa situación de la economía venezolana hace más azarosa la llegada de estos buques, a lo que se unen las medidas tomadas por Washington para impedir que el oro negro de ese país suramericano siga apuntalando a La Habana. (O)