Previo a la pandemia, el mundo ya venía en un cambio hacia la cuarta revolución industrial, la cual, mediante la implementación masiva de tecnologías disruptivas, como los sistemas ciber físicos, el internet de las cosas y la quinta generación de sistemas de comunicación inalámbrica, conocida como 5G, se transformará hacia sociedades muy distintas a las que vivimos. El cambio de esta nueva revolución se viene dando de forma mucho más rápida y compleja que las anteriores, por lo que requiere una capacidad de organización gigante por parte de las sociedades latinoamericanas para poder mantenerse competitivas y evitar convertirse, aún más, en meros consumidores de las innovaciones de otros países.
Para empezar, es importante entender que el proceso de industrialización a nivel regional no se dio de forma homogénea como en los países desarrollados. Aún existen sectores productivos que no han implementado incluso los sistemas mecánicos de las primeras revoluciones industriales. En nuestros países, la brecha tecnológica entre lo urbano y lo rural, así como entre los sectores más pudientes y los de menos recursos, es abismalmente enorme.
Entendiendo esa realidad, el reto a nivel latinoamericano es definir técnicas de industrialización basadas en conocimiento técnico, pero de forma inclusiva y sostenible, considerando que adicionalmente a la desigualdad, somos la región más biodiversa a nivel global. Sin duda, jugamos un rol fundamental en el futuro de nuestro planeta, ya gravemente afectado por el cambio climático.
El paso hacia una industrialización inclusiva y sostenible requiere la colaboración decidida entre academia, industrial y sector público, trabajando de forma técnica y usando a la ciencia como su principal aliado; solo así lograremos mejorar la competitividad de nuestros países y generar además empleos adecuados y dignos para nuestra gente, quienes cada vez más caen en el desempleo y la pobreza producto de la crisis global.
Otro factor fundamental es la innovación. Se requiere crear las oportunidades en nuestras sociedades para que nuestra gente pueda innovar y enfrentar la incertidumbre creando nuevos negocios. Sin sólidos ecosistemas de emprendimientos e innovación, solo dos de cada diez emprendimientos sobreviven. En la región entonces, no hay falta de talento, sino más bien de oportunidades. El reto está empezar a apostar al talento humano como el motor de desarrollo de nuestros países y a la tecnología de la nueva era como una de las principales herramientas hacia la industrialización inclusiva y sostenible. (O)
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