Cuarentena es la versión castellana del veneciano “quarantena”, que significaba 40 días. La peste bubónica del siglo XIV acabó con el 30% de la población europea. Los gobiernos locales trataron entonces de evitar contagios del exterior.
Como la experiencia demostró que entre el primer contagio y la muerte del paciente transcurrían máximo 37 días, el puerto de Venecia estableció el plazo de 40 días para que los pasajeros y tripulantes de las naves que venían de puertos contagiados desembarcaran en tierra veneciana. Venecia, potencia marítima de entonces, popularizó el término y hoy se usa para nombrar el distanciamiento físico para evitar contagios, sin importar la duración.
Ese lapso se da según la enfermedad. Una cuarentena como la actual que ya dura 30 días y va para más, no puede prolongarse demasiado. La sanidad económica y la salud mental están en riesgo y por eso deben aflojarse las medidas. Primero se puede acortar el toque de queda, por ejemplo, de 17:00 a 05:00. Permitir con restricciones la compraventa de otros insumos, aparte de alimentos y medicinas, así como servicios que son parte de la vida normal.
En un país con alto desempleo y muchos trabajos informales, se necesita comprar repuestos, baterías, insumos. Para los jubilados es indispensable reabrir el SRI para tramitar devoluciones del IVA, que les alivia en algo la pobreza. Y para los mismos hay que permitir la visita a consultorios médicos, no solo por emergencias sino para controles. Para reactivar la economía es esencial abrir un puerto para exportaciones que traigan divisas e importaciones de insumos para la producción.
Como Guayaquil está en peores condiciones que el resto del país, sugiero que se habilite el puerto de Manta y dos aeropuertos, Salinas y Latacunga, para cuestiones esenciales. Estos sitios serían estrictamente controlados con las precauciones del caso. Aparte de eso, como estamos en emergencia, debe tratarse como traición a la Patria todo negociado con medicinas y artículos de salud. (O)