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El Telégrafo

Cuando valíamos dos cientos pesos

03 de abril de 2011

“Cada vez que se hallen reunidos doscientos pesos de este fondo se procederá a dar libertad al hombre esclavo de mayor edad, por avalúo”. Así reza el Artículo 3º del Decreto de Manumisión de Esclavos, firmado por el general José María Urbina, publicado el 21 de Julio de 1851. El próximo mes de julio serán 160 años de aquel día cuando, con el impuesto a la pólvora, se indemnizó a los esclavistas porque “eran afectados en su hacienda” y se dejó a la intemperie a quienes la construyeron.

En cada capital de las provincias ecuatorianas debían formarse las Juntas Protectoras de la Libertad de los Esclavos, integradas por hombres (jamás mujeres) de “buenos sentimientos”. Esa fecha debe escribirse como el inicio del capitalismo liberal en el Ecuador, el sistema político que pretende acercar posibilidades a los individuos disfrazando de igualdad las oportunidades. Imagino la frase: “Ya son libres”. El estupor del hombre, con la comida del día y la única muda de ropa puesta. Y no se hable de parientes, novias o esposas y amistades que se quedaban en prenda hasta los próximos pesos. El fue en ese minuto su única historia y no tenía más patrimonio que el talento y las manos. De esa desventaja recomenzó su andar la gente afroecuatoriana.


En la Europa de mediados del siglo XIX, la bebida de salones pelucones y tabernas barriobajeras era el chocolate obtenido del cacao. “La bebida de los dioses (teobroma)” y la cafeína pagana (campesina) disputaban gargantas y movilizaban capitales, mano de obra y teorías socialistas. Al chocolate, las habladurías interesadas, le inventaban prodigios como que después de tomarse una taza caliente de un solo trago se podía levitar. Fue esa consideración de la bolsa y no otra, la que impulsó al general Urbina a fundar el proletariado agrícola con los libertos. Ya no eran ciudadanos, tenían derechos disminuidos y no pocos atrapados en el trapiche del concertaje


El día de la publicación del decreto, firmado en la Casa de Gobierno de Guayaquil, la atención pública se extravió en la expulsión de los jesuitas y los tinteros se secaban en escritos a favor y en contra. De la Sierra, los negros que podían migraban hacia Guayas y Esmeraldas, en la segunda se aumenta la producción agrícola y la extracción de vegetales del bosque (tagua, balsa y madera).


Ahora se entiende el apoyo al alfarismo y la guerra civil de 1 913 a 1 916, como ajuste de cuenta con los padecimientos aún no acabados el 21 de Julio de 1851.

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