No hay camiseta sin rasgar en este día de colérica desnudez de la patria. Anda España en guardia porque Argentina piensa quitar a Repsol su filial YPF. La tensión entre las dos naciones ha subido varios escalones en las últimas horas.
Cuando ayer salió a hablar el ministro José Manuel Soria –reconvertido en ministro de Guerra- se hizo el silencio en los hogares españoles, que se reunieron expectantes ante los televisores y los portales digitales de los periódicos. Sólo se oía al ministro y los “schhssss” de los adultos mandando callar a los niños. Justo cuando España guardó silencio, la frase golpeó las ventanas: “Si hay gestos de hostilidad, traerán consecuencias”.
Entonces se desató la histeria colectiva. #WarSpainArgentina era el campo de batalla en Twitter, donde algunos argentinos y españoles se insultaban y amenazaban, ajenos a la hilaridad intencionada del tag. España enloqueció y nos ensangrentamos el pecho a arañazos coléricos de fauces espumosas, como lo sabemos hacer cuando la ocasión merece la pena y nos va la vida en ello: como si volvieran a invadirnos los franceses, como si Argentina le birlase un penalti a la Roja… igual que si tuviésemos acciones en Repsol.
Es un gusto comprobar que aún quedan patriotas capaces de seguir al presidente en defensa de lo nuestro. Al presidente de la compañía, digo. A Antonio Brufau. Porque a los españoles nos da igual que más de la mitad de la propiedad de la sociedad sea extranjera o que sea la segunda empresa española con más presencia en paraísos fiscales (12 filiales en las Islas Caimán y una en Liberia). Es hija de España y punto. Tiene nuestra solidaridad.
Y decir que es hija de España es más que una frase hecha. Ya que Repsol antes era una empresa pública. Es decir, de todos, y no de unos amigotes que valen su peso en oro. Como del Estado argentino era YPF, por cierto. Por tanto, hace ya tiempo que nos expropiaron Repsol; concretamente entre 1989 y 1997, cuando Felipe González y Aznar se la quitaron de encima vendiéndola al peso.
Tal sucedió con otras importantes empresas de sectores estratégicos, como Telefónica o Endesa, todos imperios boyantes que obtienen cada año beneficios de miles de millones que no acaban en las arcas públicas. Limosna de un año por los beneficios de una vida. ¿Defender los intereses de España? No me hagan reír.