Cuando el soberano viola lo pactado con el pueblo, puede éste revocar el poder y deponerlo del mando, leemos en unas páginas de José Peralta escritas allá por el año de 1896. José Peralta nos recuerda cuando los romanos, dice, obraron con justicia y con perfecto derecho al arrojar del trono a Tarquino el Soberbio, a causa de su propia tiranía y la de los suyos.
Y es que no puede ser de otra manera, cuando la voluntad del pueblo es desoída. Quien es elegido, quien asume el poder porque la mayoría apostó a él, quien jura respetar la Constitución y ocupa un curul en la Asamblea Nacional, es depositario de una expresión democrática, como es el voto.
Y al ser depositarios de esa voluntad, los asambleístas la deben ejercer sin claudicar los principios éticos y morales, que se supone están ahí y sus actos deben estar enmarcados en la Constitución, pero también están obligados los elegidos a no ejercer ese poder en base de sus cálculos, de los del partido que le prestó la camiseta, sino pensando en ese pueblo.
Así entendemos, o queremos entender que en democracia las cosas son de esa manera. Pero, en la democracia de papel que vivimos desde hace varios años, los hechos se dan de una forma diferente. El gallo de arriba se ensucia en el de abajo, toda la noche. Ese es el real ejercicio del poder y no el que está en nuestros principios.
Claro, la lógica dice, que cuando el mandatario incumple con el mandato, se puede revocar. La revocatoria del mandato ya ha sido ejercida de hecho en nuestro país, y con alguna excepción en derecho. Y hoy, a lo mejor eso puede suceder con la Asamblea Nacional, cuando vemos que nos está jugando a la cuca, frente a la actitud inconstitucional al devolver el proyecto de Ley de Oportunidades, evadiendo el debate que debe haber, debiendo sumarse a ellos los escándalos de corrupción por parte de varios asambleístas que ha llevado a que en menos de 100 días tengan reprobación nacional.
Hay voces que dicen que es el momento de la consulta popular y sea el pueblo quien decida por la suerte de nuestra patria adolorida, pues en la Asamblea existen muchos Tarquinos al viejo estilo romano, a quienes les espera la suerte del emperador de Roma, invocado por un Gran Liberal y defensor de la democracia, como fue José Peralta.