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El Telégrafo

Cuando calla el cantor…

14 de julio de 2011

“Cuando calla el cantor, calla la vida”… En el caso de Facundo Cabral, acallado a tiros en Guatemala, la vida solo calló un instante, y lo hizo  para rendirle homenaje de gratitud por haberla embellecido y defendido a lo largo de toda su existencia, desde la infancia falta de pan y protección debida, pero que él la tomó como un desafío que lo ganó de mano, bravamente. Como Facundo no fue de aquí ni fue de allá sino de todas partes, el planeta mismo se sintió estremecido con el impacto de las balas que silenciaron al hombre, pero que no silenciarán jamás al cantor cuyas melodías son ya patrimonio de la humanidad.

El asesinato cometido en Guatemala presenta aún puntos oscuros. No se sabe con precisión si las balas estuvieron destinadas al empresario nicaragüense Henry Fariñas, que se hallaba  al volante del auto en que viajaba Facundo, o contra el propio artista, o contra ambos.  Lo único claro es que en esa ciudad, actualmente una de las principales capitales mundiales del crimen, toda monstruosidad es posible, y lo es desde 1954 en que fue decapitada la democracia que encarnaba la naciente Revolución Guatemalteca, conducida por el coronel Jacobo Arbenz. En ese año, la CIA organizó un ejército mercenario al mando del coronel Carlos Castillo Armas, que invadió Guatemala desde las haciendas de la United Fruit en Honduras. Derrocado el gobierno revolucionario, desde entonces, a lo largo de cuatro décadas imperó una cadena de dictadores pro yanquis que, a más de pervertir y embrutecer a los
militares, crearon y alimentaron los célebres escuadrones de la muerte, encargados de fusilar sin juicio a cualquier opositor y rebelde, así como abrir por doquier fosas comunes con campesinos masacrados. Todo esto mientras el país se convertía en reino del coyoterismo hacia México-Estados Unidos y en asiento fundamental de las grandes mafias de narcotraficantes.

La muerte del celebrado artista resulta una trágica ironía para quien fuera el “Embajador de la Paz”, título justo dado por una ONU que, contradictoriamente, socapa las agresiones del imperio del dólar contra los pueblos del mundo, donde brillan como estrellas tenebrosas Irak, Afganistán, Libia, mientras en la carpeta del Pentágono  y la CIA figuran Venezuela, Ecuador, Bolivia y todas las naciones latinoamericanas y del Caribe que no admiten ser esclavas del neocoloniaje previsto ya por Simón Bolívar cuando dijo: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de miserias la América en nombre de la libertad”.

Mientras se aclaran los entretelones del horrendo crimen, los restos de Facundo Cabral fueron conducidos a su entrañable patria, Argentina. Sobre su tumba bien puede colocarse este verso de Walt Whitman, el gigante norteamericano de la poesía universal, tan admirado por el artista: “Me entrego al suelo para crecer con la hierba que tanto he amado”.

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