Cualquier notorio, no notable, se atreve y puede ser candidato a la primera magistratura del país. Eso escuchamos decir el día domingo siete a un político formado a cuyo pensamiento nos adherimos y lo tomamos prestado para la columna.
Habíamos escrito la víspera del proceso electoral que un político ecuatoriano dijo que el pueblo tiene la culpa de elegirlos y los políticos la de engañar y de mentir. Al parecer la sentencia del viejo político se cumplió y hoy los ecuatorianos estamos atentos al resultado final que debe emitir el CNE.
Pero al margen de lo que suceda lo cierto es que frente a esa proliferación de candidaturas, debemos rescatar la presencia de tres de ellas con carga ideológica como es el caso de Pachakutik (PK), CREO-PSC e Izquierda Democrática que representan a ideologías que históricamente han estado presente.
Es preocupante la dispersión de movimientos políticos; proliferación que se produjo exactamente en aquella década en donde se habló de la “partidocracia” en ese afán de deslegitimizar a los partidos políticos, pero a la vuelta de la esquina esos “movimientos” resultaron hacer lo mismo que se cuestionó, y la historia de la patria no ha cambiado, más bien se acentuaron procesos de descomposición social y ética.
Cualquier notorio –con la excepción que tiene la regla- se cree ungido para el poder y sin miramiento alguno se lanza al proceso electoral, pese a que es consciente que no hay posibilidades, lo que nos lleva a pensar que su presencia no es otra cosa que vanidad de vanidades. La madurez de la democracia no se mide por el mayor número de movimientos electoreros como erróneamente se piensa.
En oro, como dice la sabiduría popular, en el resultado del domingo siete se evidenció un voto pragmático, el triunfo de la desmemoria, y los que no sacaron nada, nada perdieron. La democracia ecuatoriana es la gran perdedora. Urge la reforma legal para acabar con la “movimientocracia” instituida para destruir las ideologías. Si a la ideologías, no a la aventura politiquera.