La oposición de izquierdas del Ecuador se halla muy frustrada porque cree que no hay en este país una revolución y ella no es capaz de hacerla, como lo explica Pablo Ospina en un largo artículo que bien vale leerlo. La oposición de derechas sufre un dolor parecido: imagina que se vive el comunismo más arcaico y setentero y a la vez no deja de disfrutar de la bonanza económica.
Ospina ha dicho: “El correísmo sí es, sí debe ser, una oportunidad para cuestionarnos profundamente en nuestras propias tradiciones políticas y nuestra más preciada historia de éxitos y fracasos. Solo así podremos hacer de esta frustración una oportunidad”. Y en otro artículo Pablo Lucio Paredes se queja del encarecimiento del país y no menciona que el modelo ha generado empleo, consumo, producción y la creación de miles de empresas.
En los dos casos (extremos si se miran desde el rasero ideológico más ortodoxo) fluye un moralismo que refleja su visión sobre el ejercicio del poder. Parecería que como no son ellos los que lo ejercen, el que lo hace siempre será objeto de cuestionamiento por no ajustarse a sus modelos y expectativas. Y entonces no hay punto de encuentro.
Quizá la crítica y autocrítica de Ospina podría señalar otra reflexión: la izquierda no ha gobernado el Ecuador y por lo tanto su destino es y será estar en la oposición sin una estrategia ni una concepción de poder para resolver los problemas que ahora critica. La tristeza de Pablo Lucio Paredes en cambio parece invocar algo de una sana envidia, porque siendo ellos (la derecha y sus ideólogos) los llamados a dotar de riqueza a un país, viene un izquierdista y lo resuelve desde otros “moldes”.
Por lo pronto tenemos un panorama desolador de la oposición: incapaz de entender los momentos históricos por fuera de sus cálculos teóricos
En los dos casos hay una crítica también sobre el pragmatismo con el que gobierna Rafael Correa. ¿No fue esa también la médula de los debates de los marxistas tras las muertes de Marx y Engels? ¿Pablo Lucio y Ospina recordarán cómo asumían la izquierda y la derecha la explotación petrolera de los setenta y desde dónde observaban los cambios en la matriz productiva del Ecuador desde esa década a los primeros años del presente siglo?.
Por lo pronto tenemos un panorama desolador de la oposición: incapaz de entender los momentos históricos por fuera de sus cálculos teóricos; sobrada y arrogante porque no se asume en sus precariedades políticas; excesivamente sometida al ego en sus posturas y postulados (“solo lo que yo digo tiene sentido, por lo tanto no dialogo con quien no piensa como yo aunque tengamos los mismos objetivos”, parecería su discurso).
Vivimos momentos y acontecimientos en el mundo que podrían diseñar una gran oportunidad, como refiere Ospina, para todas las izquierdas. Y esa oportunidad es la de la reflexión más profunda y el diálogo más generoso y desprejuiciado.
Una oportunidad para no confundir a los enemigos ni a los amigos. Las izquierdas plurinacionales le hacen un gran favor a la derecha al no ser críticas poderosas con ellas, como ha dicho en algún momento el propio Alberto Acosta. Pero no: ahí están esos izquierdistas que se sienten y sientan cómodos con los neoliberales para tomar café y mirar de reojo a quienes antes compartían espacios en el gabinete o en las luchas callejeras.
Y la derecha se siente muy cómoda porque recibe de las izquierdas plurinacionales los mejores argumentos para criticar el supuesto extractivismo del actual gobierno. Esa derecha rentista (ahora ecológica y consumista al extremo) no tenía discurso para criticar con potencia el proceso político presente y ahora Mae Montaño “copia” los adjetivos de Lourdes Tibán y del MPD.