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El Telégrafo
Mariana Velasco

Cristina y el poder

26 de julio de 2023

El poder es una de las motivaciones sociales básicas; no pocos caen en sus redes y cuando lo consiguen, quieren más hasta convertirlo en adicción. Es más visibilizado en algunos políticos que se creen omnipotentes y omnipresentes. Conocemos de cuerpo entero a muchos en nuestra América Latina, cuyos rasgos muy característicos de personalidad se asocian con esta ambición, narcisismo y paranoia. Con personalidad totalitaria, para hombres y mujeres que han tocado techo es mucho más complicado aceptar que ya no están ahí.

Argentina ha tenido dos presidentas, María Isabel Martínez de Perón (por sucesión presidencial, luego derrocada por la última dictadura militar) y Cristina Fernández de Kirchner (por elección democrática, en sus dos mandatos). En 206 años desde que se declaró la independencia del país del Cono Sur y en 72 años desde que las mujeres argentinas pueden sufragar, solo 10 de ellos fueron testigos de una mujer como presidenta de la nación.

Considerada una de las políticas más influyentes de la República Argentina de las primeras décadas del siglo XXI, ​ comenzó su militancia política como miembro de la Juventud Universitaria Peronista. Allí conoce al santacruceño Néstor Kirchner, con quien contrae matrimonio en 1975.

La muerte de Kirchner por un paro cardio respiratorio en el 2010, sacudió al gobierno y a la entonces presidenta. Su viuda obtuvo la reelección un año después con más del 54% de los votos. Cristina Fernández de Kirchner, abogada, con buena formación intelectual y dilatada experiencia política como senadora nacional, presidenta de la República por dos ocasiones, vicepresidenta de la República (2019-2023) y presidenta del Senado de Argentina, pelea por mantener con vida el tercio del electorado que le es totalmente fiel, además de cargar con la cruz de un gobierno que es obra suya. No es el escenario que ella y su marido imaginaban hace 20 años.

En septiembre de 2022 la justicia argentina determinó que la mujer que gobernó el país entre 2007 y 2015 y que es hoy su vicepresidenta, defraudó al Estado. Seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Cristina condenada. Después de la histórica sentencia, la viuda de Néstor Kirchner habló por más de sesenta minutos en las redes sociales como si no acabara de sufrir el golpe más devastador de su vida política. Solo en el final, cuando le lanzó al peronismo el regalo envenenado de que no será candidata, Cristina se quebró. Está cercada desde hace años por causas judiciales.

A pesar de todas las complejidades que deben enfrentar los políticos, ella es la dirigente más poderosa del peronismo. Lo dejó claro el pasado 25 de Mayo ante decenas de miles de personas en la Plaza de Mayo, donde fue la única oradora en el acto por el vigésimo aniversario de la llegada de su marido al poder. Habló mucho del pasado, nada del presente.

Por si alguna duda quedaba, la vicepresidenta de la República-sobre un enorme escenario frente a la Casa Rosada- confirmó que será ella quien armará la estrategia electoral para las generales de octubre a pesar que el partido que gobierna Argentina no tiene candidato para esas elecciones. La muchedumbre esperaba que la jefa diera una pista. No la dio. Fue la única oradora y el presidente Alberto Fernández, no fue invitado.

“Qué mejor lugar que volver a encontrarnos en la Plaza de Mayo, la plaza de la Patria. Hace exactamente 20 años llegábamos con él (con Néstor Kirchner) acá, a esta misma plaza”, dijo la vicepresidenta en el arranque de su discurso. Defendió su gestión como presidenta, criticó al expresidente Mauricio Macri, a los medios de prensa, al Fondo Monetario Internacional y trató de “mamarracho indigno” a la Corte Suprema.

La septuagenaria más poderosa de las últimas dos décadas, la dirigente política que mueve el país en una dirección u otra según su gusto o ánimo del momento, llamó a armar un proyecto que vuelva a “enamorar” al electorado progresista y criticó a quienes piden el fin del peronismo. “Por qué exterminar al peronismo, si con ganarle alcanza”, dijo ante la multitud.

A tres meses de concluir su mandato de vice de Fernández, ex jefe de ministros de su esposo con quien llevaba años de enfrentamientos, creó un engendro político que ha pagado un alto precio por sus pecadillos que estallaron por los aires. En la política argentina, resulta común afirmar que el peronismo gobierna con viento de cola y la oposición de frente.

Transcurridos cuatro lustros, no se puede afirmar que el peronismo/Kirchnerismo acapara todo ni que son tan poderosos como cuando Néstor juraba como presidente, se mezclaba entre la multitud, recibía un corte en el rostro producto de un golpe fortuito con una cámara de fotos y se proclamaba el timonel de una nueva Argentina. ¡No pudo tener mejores vientos!

Al indagar y leer sus biografías -oficial y no oficial- es posible que el entorno infantil, haya marcado su determinación, búsqueda de reconocimiento y conquista de poder en Cristina Elizabet Fernández, hija de Ofelia Wilhelm, madre soltera de 24 años, cuyo embarazo y maternidad sin casamiento, a principio de los años cincuenta, fue un escándalo que sacudió a la familia materna. La propia ex presidenta confesaría, muchos años más tarde, a Sandra Russo, su biógrafa oficial, que nadie en su familia se había tomado el trabajo de informarle sobre su condición de hija natural. Ella sola lo descubrió, comparando fechas, cuando ya era una mujer adulta y tenía a sus hijos Máximo y Florencia.

La periodista Laura Di Marco en su libro: "Cristina Fernández. La verdadera historia", relata que Cristina es en realidad hija de Florencio Láttaro, (falleció en 1972) un compañero de trabajo de su madre en la Dirección de Rentas del Ministerio de Economía. En Tolosa y en ciertos círculos platenses que la abanderada del Peronismo frecuentó durante su adolescencia y juventud, está instalado el hecho de que el colectivero Eduardo Fernández fue quien reconoció a la nena que Ofelia habría tenido con otro hombre, que no pudo o no quiso hacerse cargo. Cuando se casó con Ofelia, Cristina estaba por cumplir los seis años.

Cristina logró romper el techo de cristal, porque en Argentina, la mujer tiene derecho al voto desde 1951 pero no implica tener igualdad de oportunidades para ser candidatas, liderar partidos políticos o ser elegidas.

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