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El Telégrafo

Crisis y oportunidades

20 de julio de 2011

Las religiones están en crisis porque la misma humanidad está en una crisis generalizada. Los signos son evidentes: crisis financiera, moral, de valores, de la naturaleza, de la familia… Las religiones, mayoritariamente, quieren dar soluciones a los nuevos problemas con remedios caducados. Es el caso de todas las que se reclaman de la Biblia o de Abraham: los judíos, los cristianos, los musulmanes, los ortodoxos, los anglicanos, los protestantes…

Lastimosamente la historia no da marcha atrás y la humanidad en su conjunto va progresando positivamente: la vida en sí misma busca nuevas respuestas a los nuevos desafíos que tiene que enfrentar.

Actualmente estas religiones, por no confiar en las personas y los pueblos, ni en Dios, se vuelven las más retrógradas al quedarse en un ayer que no existe ni que es capaz de darnos soluciones a las nuevas realidades de hoy. En todos los campos las ciencias, en particular las ciencias humanas, han logrado grandes avances y un sinfín de descubrimientos que la religión solía explicar con milagros y mitos. Estos, en su tiempo, fueron útiles y necesarios, pero hoy aparecen como inútiles y vanos.

Toda crisis crea desafíos que hay que enfrentar con nuevos planteamientos. No se trata de desprestigiar lo antiguo, sino de sacar de él la sabiduría y la capacidad de inventar y crear cosas nuevas. Tal vez lo más delicado sea pasar a una nueva concepción de Dios. En los catecismos se nos presentó a un Dios fuera del mundo y de nosotros, omnipotente, que lo controlaba todo, que aparecía y desaparecía e intervenía para castigar o regalar milagros, a un Dios al cual se le podía rogar   favorecernos según nuestros puntos de vista, que tenía su corte con unos santos más influyentes que otros… Así nos hemos construido una divinidad y un cielo a nuestra imagen y semejanza. Todo esto lo hemos justificado con dogmas y definiciones de las más sofisticadas, ritos y sacramentos que nos aseguraban contra la duda y el miedo al infierno… Y descubrimos tardíamente que todo esto ya no funciona. Hemos reducido a Dios y a Cristo a nuestras dimensiones limitadas. Las nuevas generaciones, al ver que estas creencias ya no sirven, buscan en otras partes caminos que den sentido a su vida.

Somos nosotros, los creyentes, que tenemos que abrirnos a lo siempre novedoso de Dios y del seguimiento de Cristo. Nos hemos olvidado de que el mismo Jesús dijo: “A vino nuevo, odres nuevos”. Y estos odres nuevos ya se están tejiendo…

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