Cuando hace algunos años escuchábamos lo que ocurría en diversas prisiones en otros países, no podíamos salir del asombro de que cosas así pudieran darse y jamás pensábamos que algo así podría ser parte de la realidad de nuestro Ecuador.
Se hablaba con frecuencia de que vivíamos en una especie de isla de paz; sin embargo, todo lo ocurrido en tiempos recientes nos ha despertado a una cruda realidad, los ajustes de bandas, sobre todo de aquellas que tienen que ver con los carteles del narcotráfico, están causando un clima de horror casi indescriptible.
Parecen acciones concertadas que dan lugar a escenarios dantescos, por lo que bien vale la pena tratar el ensayar algunas reflexiones que miren a encontrar las estrategias que puedan dan lugar a solucionar la situación de las prisiones ecuatorianas y, en general, la inseguridad que impera.
Aparentemente los guías penitenciarios no pueden portar armas, lo que los pone en una situación de debilidad frente a los delincuentes armados. También cabe aquí una inquietud respecto a la forma de ingreso de los suministros bélicos y a quienes son los responsables respecto de esas filtraciones, que llegan al extremo de proveer a los reclusos de armas de gran calibre.
La legislación ecuatoriana y las resoluciones de la Corte Constitucional impiden el ingreso de personal de Fuerzas Armadas a los recintos penitenciarios y hay una gran cantidad de policías detenidos por disparar, lo que también habla de una debilidad de las fuerzas del orden frente a la delincuencia organizada.
Por otro lado, el sistema judicial no ha tenido la capacidad de resolver todas las causas pendientes, muchos de los detenidos no tienen juicios y se hace uso demasiado reiterativo de la prisión provisional, sin que se apele a medidas sustitutivas que ayuden a evitar el abarrotamiento de las cárceles.
Son entonces, las diversas funciones del Estado las que deben hacer causa común y encontrar las soluciones ante la crisis penitenciaria que vive el país.