La crisis de la deuda soberana, fiscal y financiera llevó al borde de la ruptura a la UE y caída del euro. Pero fue, sin duda, la pérdida de la estabilidad financiera la que puso la soga al cuello a sus miembros, ya que la quiebra de los bancos europeos hubiera generado una catástrofe, por lo que se vieron obligados a llegar a un acuerdo fiscal y financiero liderados por Alemania y Francia.
En efecto, el acuerdo intergubernamental tiene tres partes. El primero, es un pacto fiscal, con el cual los miembros se comprometen a no tener un déficit fiscal más allá del 0,5% de PIB, si este es mayor serán sancionados y no tendrán acceso al fondo temporal de rescate. El segundo, es la creación de un esquema de estabilidad permanente adelantando la creación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) con una dotación de 500.000 millones de euros. El tercero, es entregar al FMI un aporte adicional de 250.000 millones de euros para que atienda a los países en crisis.
Se trata de imponer la austeridad fiscal, con la regla de oro, de equilibrio fiscal. Incluso está previsto que debe incluirse en las constituciones de los países de la UE para hacerla obligatoria. Más aún, los países que tuvieran mayores déficits se verán obligados a aplicar una serie de reformas estructurales, supervisados por la Comisión y el Consejo de la UE, para asegurar el equilibrio fiscal. Realmente lo que se trata de controlar es el nivel de endeudamiento del Gobierno, que no podrá ser mayor al 60% del PIB.
Fue precisamente, la emisión de bonos de los gobiernos (deuda), que llevó a la crisis de estabilidad financiera. Estos eran comprados por los bancos privados, los que a su vez los colocaban en el BCE para obtener liquidez y seguir realizando operaciones. Este mecanismo condujo a que los bancos griegos, españoles, italianos, alemanes y franceses se afectaran con las transacciones de estos bonos, que perdían su valor, llevándolos a problemas de solvencia. Este es el fondo de la crisis, que es financiera, que condujo a crisis económica, en el sector real, reflejados en una caída del crecimiento, recesión y desempleo en la UE.
La solución propuesta por la UE, sin el apoyo de Inglaterra, consiste básicamente, en austeridad fiscal para controlar la deuda y así evitar futuras crisis bancarias. Si las hubiera, el mecanismo estabilidad financiera actuaría para salvar a los bancos y, si fuera necesario, más recursos, se emplearían los fondos extras aportados al FMI por la UE.
La situación se agrava porque las agencias calificadoras han amenazado con degradar la calificación de la deuda de la UE y, más aún, el euro cayó por debajo de la barrera de 1,30 dólares por euro llevando a incertidumbre y desconfianza a los mercados. Se trata de imponer la ortodoxia económica, la austeridad fiscal, como la cura de la crisis, cuando se requieren, además, medidas para recuperar el crecimiento.