Hace miles de años se concibió la idea de convertir a nuestra especie en una humanidad. El proyecto tenía dos filones: la política como dialéctica y la formación humanística. El núcleo de la formación era el lenguaje como herramienta para nombrar las cosas del mundo, relacionarse con los demás, comprender la naturaleza, interpretar, poetizar y crear arte.
Los proyectos educativos actuales no pretenden la humanización. Su propósito es desarrollar “competencias” o destrezas operativas, para que nuestro cerebro funcione como un robot programado e insertarnos al mercado laboral. La lectura comprensiva no se desarrolla, porque los textos contienen básicamente datos e información para la memorización. En mi experiencia como maestra universitaria, pude entender que el problema de casi todos los jóvenes radicaba en la reducción de su lenguaje. A pesar de la mala educación que tuvo nuestra generación, mi hipótesis es que manejábamos más palabras. Al manejar más palabras podemos pensar de manera más compleja el mundo y comunicarnos mejor.
Soy de ciencias sociales; tal vez tengo un sesgo con las matemáticas. Sin embargo, hay algo indiscutible: con el lenguaje alfabético los humanos pueden hablar consigo, interpretar lo que nos rodea y hablar con los demás. Después del lenguaje natural, lo más importante es entender la naturaleza de la somos parte, los principios y el valor de la vida. También es necesario comprender el tiempo y el espacio, para lo que bastan los números y su aritmética. Actualmente existen jóvenes que no saben orientarse y no reconocen por dónde “sale el sol”. Si estuviéramos en una selva, nos serviría hablar entre sí, calcular el espacio, orientarnos y saber cómo funciona el ciclo del agua. Ningún teorema matemático sería útil para adaptarse.
La lógica matemática no es un saber predominante para la humanización. Su meta es desarrollar capacidades para operar el entramado instrumental, tecnológico y cuantificar la realidad y el capital. Todo ello es necesario en la cotidianidad, sin embargo, si queremos salvar el proyecto formativo humanizador, debemos poner todo el énfasis en el lenguaje, como recurso dialéctico, de creación, comprensión, identificación y planteamiento de problemas y respuestas. Aquí en Ecuador, la educación fue torcida. Parte de la violencia tiene que ver con el habla y la desvalorización de la vida.