Trump “bombardeó” sin piedad en recientes días a un grupo de cientos de inmigrantes, hombres, mujeres y niños, quienes desde Guatemala, El Salvador y Honduras caminaron cientos de kilómetros para alcanzar la frontera de Estados Unidos. La caravana es mitad simbólica y mitad concreta: solo algunos intentarán finalmente cruzar irregularmente la frontera. No fueron necesarios misiles Tomahawk del Ejército de EE.UU., pues Trump tomó esta caravana como blanco de sus fuertes ataques por Twitter y en voz directa, caminata que se organiza cada año para denunciar la crisis humanitaria de Centroamérica.
Hay un punto fundamental que Trump no consideró en sus ataques a los inmigrantes, y prácticamente ningún medio de comunicación anglo o latino en EE.UU. Antes de profundizar en eso, hay que recordar que a Trump le gustan las causalidades simplificadas. Su forma de ver el mundo es el factor medular para mantener el apoyo de sus admiradores, grupo que se ha achicado drásticamente desde las elecciones.
Por ejemplo, critica fuertemente el hecho de que los jugadores de fútbol americano se arrodillen durante la entonación del himno nacional de EE.UU., pero no critica la brutalidad policial contra los afroestadounidenses que provoca ese gesto de protesta pacífica. Hay ataques sangrientos con armas militares en las escuelas, entonces en vez de prohibir esas armas de alto calibre, Trump quiere armar a los profesores. La esposa de su asesor presidencial Rob Porter denunció los golpes de su exesposo, tema que el FBI documentó, moretones faciales que terminaron con la carrera del funcionario en la Casa Blanca. Como respuesta, Trump se negó en primera instancia a denunciar la violencia doméstica y defendió a Porter aclarando que “él dice que es inocente”.
Si Trump se abriera a usar su propia lógica, debiera criticar el fracaso sanitario y judicial de su propio país, que hierve con millones de consumidores de drogas financiando la ola de muerte, crimen y violencia permanente en América Central. EE.UU. es responsable de esta situación crítica y de esta crisis humanitaria, directa e indirectamente. Financia por omisión toda la operación ilegal de producción, traslado y consumo de drogas ya en el mercado interno del país. Y pese a la crisis humanitaria que provoca, cierra sus puertas a la caravana desesperada que intenta por lo menos salvar a sus hijos de la muerte. Una lógica de una profunda injusticia moral y política. (O)