La decisión de trabajar por los jóvenes la tomamos hace mucho tiempo, probablemente cuando nos iniciábamos en la vida laboral, a una edad muy tempranera, apenas cumplidos los 17 años, cuando apostamos por la educación, confiando en ella como en el gran dinamizador del desarrollo, como la forma más certera de incidir en la sociedad y llevarla a un futuro mejor.
Por ello no es extraño pensar en que uno de los programas estrella de Fundación Fidal sea precisamente el de la formación de jóvenes a través de una iniciativa denominada Centro de Formación por el Futuro, que capacita a jóvenes bajo el lema “con mejores ecuatorianos tendremos un Ecuador mejor”, convencidos de que la formación de talento humano es la mejor inversión que puede tener un país, la de más largo aliento, con resultados que no se difuminan, sino que se potencian en el tiempo.
Ser testigos del crecimiento intelectual de los jóvenes, del avance en sus destrezas de expresión oral, ver como la asertividad va ganando espacio y hay una mayor coherencia entre el decir y el hacer, proporciona una satisfacción enorme, así como se constata su crecimiento personal y su capacidad de trabajo en grupo, las decisiones que toman optando por trabajos solidarios y colectivos que indudablemente les llevarán a ser más propositivos y convencidos en su desarrollo como individuos conscientes dentro de la sociedad en la que les toca desenvolverse.
En medio de las catástrofes de las que todos los días somos testigos y que nos dicen de una descomposición social rampante, es ciertamente alentador saber que todavía hay espacio para la esperanza, para el optimismo, para creer en que se pueden modificar hábitos perniciosos y conseguir que se sueñe en un futuro mejor.
La presentación de proyectos, que es la culminación a su proceso de capacitación, significa el trazado de incidencias directas para mejorar los entornos, para brindar posibilidades a sectores diversos de la sociedad, a sabiendas de que no será fácil conseguir los resultados esperados y que cada uno deberá golpear puertas, sacrificar días y noches de trabajo tesonero, posponer situaciones de lucro personal, para conseguir un bien colectivo.
Nos alienta pensar en que se siembran semillas que dan frutos maravillosos que, con ellos, estos jóvenes capacitados en la Escuela de Liderazgo del Centro de Formación para el Futuro, tendremos un Ecuador y un mundo mejores.