Los valores se inculcan y se forjan desde los primeros pasos del ser humano, en una suerte de sembrar para cosechar, porque la lucha anticorrupción tiene sus pilares en la niñez y adolescencia, es en ese segmento donde se debe gestar nuevos patrones culturales y conductuales.
La situación del país no está para doblar campanas, es innegable que la sociedad ecuatoriana navega en medio de una tormenta de denuncias, escándalos y tramas que se han construido, en algunos casos, con fundamentos irrefutables y en otros con la falsedad del protervo interés político.
En medio de este aciago escenario irrumpen varios estamentos con efectivas iniciativas tendientes a generar, desde edades tempranas, una cultura de paz, honestidad y valores. El Concurso “Crecer Honesto” ideado por la Cámara de Comercio de Quito y respaldado por varias instituciones públicas y otros actores privados, representa un respiro que promete cambios en la denominada ciudadanía de a pie.
La pintura y dibujo, poesía, cuento y audiovisuales han sido las categorías abordadas por niños y jóvenes en todo el país, constituyen sin duda, el arsenal necesario para la lucha cotidiana contra la corrupción, esta pelea se gana por repetición, con perseverancia, incansablemente, sin pausa ni claudicación.
Es casi seguro que, entre estos niños y jóvenes de hoy, se encuentren a los gobernantes de mañana, a los políticos y ciudadanos del futuro, a quienes les corresponderá manejar la nación con pulcritud y honestidad, los empresarios lo saben y apuestan por ello bajo la premisa de que educar es ganar. Se trata de hacer goles con valores y preferir perder un partido por goleada a ganar con trampa, se trata de jugar limpio en la vida.
Hoy por hoy, el Ecuador no está para normalizar las incorrecciones, la trampa y la corrupción, tampoco para encubrir a nadie, sea quien sea, pase lo que pase, caiga quien caiga. Indudablemente, es necesario dar muestras de trabajo ordenado y coordinado por parte de la institucionalidad, siempre respetando el debido proceso y el ordenamiento jurídico, eso es lo que corresponde ante la denuncia y presentación de indicios de transgresiones a las normas, actuar con la ley en la mano evidencia la racionalidad de una sociedad civilizada.
Por otra parte, la opinión pública en general y el periodismo de investigación en particular, tiene la obligación de profundizar, proveer insumos con contundencia, comunicar e informar con argumentos, en lo posible, incontrovertibles, también tiene el derecho de expresarse libremente, con las obvias limitaciones legales que tiene cualquier profesión para no afectar la honra de las personas, sin llegar a la falsedad de la acusación apresurada y amarillista, el prejuicio o la sentencia antes de tiempo.
En este país se insinúa y a renglón seguido se califica de ladrón y criminal a cualquiera, sin el menor resquemor,desde el primer minuto, sin que haya el peso de la prueba contrastada y verificada, debemos aprender a utilizar y digerir, a conciencia, la figura de la presunción de inocencia que es un principio universalmente aceptado, porque simplemente eso es lo correcto.
A quien ha sido procesado y condenado por corrupción y huye de la justicia y la autoridad, hay que llamarle por su nombre, corrupto, prófugo y ladrón, sin ambages, a quien está cuestionado y “ostenta” grilletes como medida para que no se convierta en prófugo, hay que tratarle como lo que es, un sujeto cuestionado, indigno, por el momento, de contar con la confianza de nadie, eso es lo correcto.
Gran idea de la Cámara de Comercio de Quito, empezar por el principio y cimentar lo que mañana, con certeza deberá desembocar en una ciudadanía que construya un país limpio, mientras tanto hay que seguir en la pelea para conseguir un entorno que no justifique la corrupción, más bien que la prevenga y la mitigue, las estrategias están para eso, ahora nos toca a todos estar claros en que la inacción no es opción.