Durante esta crisis, los políticos –del bando que sean– sacan lo peor de sí para disputar votos o pulir su imagen con tal de ganar una próxima elección. Como humanos, seguro esa lección no la habremos aprendido. Es visible en redes desde ya. La palpamos en videos, audios y memes adulterados que corren en redes sociales y hasta impactan en el exterior como verídico.
En esa disputa, sin duda, el valor del Estado cobrará más sentido que antes. Se ha manifestado un discurso que reivindica el valor de lo público por sobre los discursos de quienes han demandado achicar el Estado, cuando antes lo usaron para favorecer al capital o sus bolsillos (esto, también los mal llamados socialistas). Pero cuando se trata de ganar votos de electores más vulnerables –sobre todo tras esta pandemia– el tema se ha volcado súbitamente. Se exige al sistema público de salud, a los profesionales médicos, paramédicos, enfermeros, policías, militares y educadores, a responder y rendir. Son tan imprescindibles “incluso más que los políticos”, claman algunos, reivindicando su valor con sarcasmo.
El confinamiento por la pandemia obligará a reinventarnos y adaptarnos a nuevas dinámicas productivas. Pero tampoco podremos prescindir de servicios o bienes que son producidos por trabajadores y profesionales. Claro que los negocios digitales han revertido la lógica de relaciones de trabajo; sin embargo, la fuerza laboral asalariada y con derechos, seguirá existiendo. Los que empujan posturas llenas de omisiones, quieren hacernos creer que el futuro está hecho para negocios virtuales lucrativos o sin control estatal. Como si la riqueza se generara solo con capitalistas, sin pago salarial, mano de obra, trámites burocráticos de registro, control y pago de impuestos. Una oferta engañosa de lucro.
El covid-19 ha evidenciado que al capitalismo financiero no lo sostienen los flujos de capital, la innovación, la tecnología, la iniciativa de las empresas, sino la gente que labora todos los días. (O)