Ahora que estamos a menos de un año para estrenar un nuevo presidente que será el número 81 de nuestra vida republicana y que vendrá con nuevas políticas y programas de gobierno para cuatro años. La pregunta que se hace y es constantemente ¿Es suficiente el período de gobierno para cambiar al país? La respuesta es que muy probable que no, por los tan complejos y profundos problemas que históricamente se han construido. Pero, que principalmente, la visión del corto plazo que prima en nuestros proyectos de Estado limita seriamente el desarrollo del Estado y de la sociedad.
Si pensamos en algunas obras públicas que requiere un tiempo mayor para su construcción (puertos, hidroeléctricas, hospitales, refinerías, ferrocarriles y otros) y quedan truncadas cuando se cambia de autoridades. También se observa que las políticas de salud, educación, de la economía, de la producción, ambiente requieren de tiempos mayores y con trabajos sostenidos. Los cambios en las instituciones también son de largo aliento porque se corre el riesgo de no concluir con las trasformaciones y así se infla el Estado con la permanencia de las antiguas que no cambiaron más las nuevas que tampoco se concluyeron. Si sumamos todo lo no realizado en el corto plazo de las actividades de un gobierno se verifica en el acumulado el gran desperdicio de recursos para los Estados.
En varios estudios se comprueba que el cortoplacismo es atractivo para los políticos porque las obras con poca relevancia son visibles, mejora la reputación y construye ese imaginario que si se puede hacer. Estas falacias se han construido en el quehacer de la mayoría de los gobiernos y se han desestimado la visión de las políticas de Estado, las de largo aliento que son en verdad las que sustentan a los países el desarrollo y bienestar de sus naciones.
Ahora que ingresamos en un proceso electoral debemos poner especial atención en los proyectos que sean sólidos y adecuados para el Ecuador y que nos ofrecen los candidatos con sus discursos. No hay que dejar pasar a los faranduleros y cortoplacistas de la política que han hecho su forma de vida y que han colocado al discurso inteligente y a la política en un nivel tan bajo, que la sociedad misma ya no se siente representada por nadie. Cuidado con las propuestas de corto plazo que nos dicen que se cambiará al país como un acto de magia, esto no es posible. (O)