La Corte Constitucional, en esta larga etapa correísta, nos queda en deuda. Negó varias iniciativas ciudadanas en defensa del medio ambiente. La más emblemática, la consulta para defender el Yasuní, cuya explotación significó un baldazo de agua fría, no solo para un colectivo social, sino para una generación de jóvenes, a los cuales afortunadamente les importa el medio ambiente y los pueblos que se encuentran en ese territorio.
Sistemáticamente, también negó propuestas de consulta que numerosos movimientos políticos plantearon para defender la Constitución de Montecristi, frente a enmiendas de carácter regresivo que se produjeron con la finalidad de perpetuarse en el ejercicio del poder. La Corte Constitucional, en todos estos estos casos, se funcionalizó al Poder Ejecutivo, porque nació viciada. Más aún, la Corte se colocó en calidad de verdadera “alfombra”, cuando declaró procedente la petición de referéndum del colectivo Rafael Contigo Siempre, a fin de derogar la disposición transitoria de la Constitución que impedía al expresidente postularse a la reelección.
Frente a sociedades cada vez más complejas, el politólogo francés Pierre Rosanvallon sostiene que la democracia requiere de nuevas formas de legitimidad para impulsar su descentramiento. La legitimidad es una institución invisible, y nunca está del todo adquirida, pues es precaria. Por ello se precisa de un trabajo de pluralización de las expresiones de soberanía social. Así, es necesario construir una legitimidad más allá del poder elegido, a través de la cualidad de generalidad de instituciones democráticas, puesto que nadie puede apropiarse de ellas. Estas instituciones deben tener una variable de estructura que es el hecho de ser independientes, y una variable de comportamiento, y se refiere al mantenimiento de la distancia y del equilibrio. Instituciones de control o regulación y las Cortes constitucionales forman parte de esta nueva legitimidad, que Rosanvallon denomina legitimidad de imparcialidad y legitimidad de reflexividad.
¡Qué lejos estamos de esto con la Corte Constitucional! ni reflexividad menos imparcialidad son parte de sus principios de acción, cuando sus miembros han tenido demasiada cercanía a ese poder que quiere perpetuarse: asesores, funcionarios, compadres, ahijados y padrinos. La ciudadanía exige sindéresis de la Corte Constitucional, no solo con estos retos para la democracia, sino con una sociedad que pide a gritos salir del marasmo en el que nos dejó el correísmo. (O)