“La tiranía de la mayoría” sería la debilidad de la democracia, según el pensador francés, Alexis de Tocqueville en su obra La democracia en América (1835). Y tuvo la razón.
El ex portero de la selección de fútbol del Ecuador y presentador de noticias, Carlos Luis Morales, ganó la prefectura del Guayas con el 47,87% de los votos, casi un millón de guayasense le escogieron de entre 20 candidatos a esa dignidad; es evidente que el pueblo tuvo opciones para escoger a otro candidato. ¿Un millón de electores se equivocaron?
¿Hasta dónde tienen responsabilidad los movimientos y partidos políticos de velar porque sus militantes y auspiciados no cometan una infracción? Responsabilidad legal no existe, el Código de la Democracia nada dice sobre el particular. Sin embargo y sin discusión alguna, las agrupaciones políticas tienen un compromiso frente al pueblo.
Desde 1978 los ecuatorianos vuelven a elegir a sus mandantes. Los ciudadanos han sido espectadores de decenas de escándalos de corrupción, que en su mayoría, han quedado en la impunidad; los organismos de control y la Justicia de la época, pasaron inadvertidos, nada hicieron para esclarecer las denuncias. Peor aún los dirigentes y militantes de los partidos políticos a los que han pertenecido los funcionarios cuestionados, siempre trataron de encubrir o negar los hechos.
Hoy, al contrario, frente a la sospecha de malversación de fondos en la prefectura de Guayas y a pesar del respaldo popular de su titular, el Partido Social Cristiano, liderado por Jaime Nebot, reaccionó de inmediato. Solicitó a las autoridades judiciales actuar conforme a la ley y, lo que es más, por ser una demostración de respeto a los ecuatorianos y un ejemplo para las otras dirigencias políticas, los alcaldes de los cantones del Guayas, anunciaron que destituirán al prefecto con grillete.
Muchos dirán: “pero es lo que hay que hacer si es corrupto”; así es, pero nunca nadie lo hizo antes. Hecho insólito en la historia de la política nacional. (O)