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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

Corrupción e impunidad

18 de noviembre de 2020

Faltaban dos semanas para la celebración de elecciones en segunda vuelta entre el candidato Guillermo Lasso y Lenin Moreno. Se había armado un conversatorio en el desaparecido Café Libro. En el momento de la presentación de las conclusiones, un exministro de Energía del gobierno de Correa con voz alta y con aspavientos, decretaba que este país no podía progresar porque los ecuatorianos éramos unos vagos acostumbrados a convertirnos en millonarios de la noche a la mañana.

Pasó un poco más de un año que este mismo exministro de Energía cayó preso. Dicen que gracias a la denuncia realizada por su exesposa. Claro que la denuncia fue tan solo por 1 millón de dólares. Con el resto de los millones pendientes, podría ser que aún la excónyuge le tenga chantajeado. 

En aquel entonces, en su defensa salió inmediatamente el expresidente Correa a justificar el origen legal y legítimo de esas transacciones. Dijo que eso era un arreglo o un negocio entre privados. También defendió la transacción como fruto de honorarios por una consultoría que nunca pudo ser verificada.

La pregunta que nos hicimos todos es ¿por qué un expresidente salía a defender con tanta firmeza a su exministro? Y es que la corrupción en nuestros días, a más de ser una fuente de financiamiento y enriquecimiento personal y de los partidos políticos, se tornó en un arma para conseguir las lealtades de los equipos de gobierno. De otra forma, no se explicaría el porqué los mismos funcionarios se pasearon por tantas y diversas carteras de Estado.

La pregunta clave es ¿la corrupción no es nada más que una herramienta para la consolidación de un partido político o acaso, la corrupción debe el gobernante combatirla? Las dos no pueden ser. El gobernante la combate o la persigue. No hay justo medio.

Ergo, la corrupción es un instrumento del poder que ha permitido construir un sistema de lealtades que se han institucionalizado en el Estado ecuatoriano. Combatir la corrupción no permitiría a los gobernantes mantenerse en el poder. Por ello, en lugar de contar con un sistema profesionalizante de la burocracia, es más rentable seguir contando por décadas con los mismos burócratas que tendrán una deuda de lealtad a los gobernantes de turno.

Hoy el exministro salió por buena conducta a disfrutar de sus buenos ahorros.

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