La corrupción en Ecuador alcanzó niveles insospechados. Su cotidianidad y desproporción hace que, como sociedad, estemos malacostumbrándonos a convivir con ella y a perder el asombro. Esto es gravísimo. Es imperativo que mantengamos la ira y que estigmaticemos ante la historia a los villanos que efectivamente, ahora sí, no solo se robaron miles de millones de dólares sino también la esperanza de un futuro digno para nuestro país.
Los escándalos no paran. Los diezmos de los legisladores y de la exvicepresidenta son una vergonzante puchuela frente a los megasobreprecios de la repotenciación de la refinería de Esmeraldas, del infame desbroce y aplanamiento del terreno de la entelequia llamada Refinería del Pacífico, de la hidroeléctrica Coca-Codo-Sinclair, de los edificios de la Función Judicial, entre otros tantos. Los vuelos de los aviones presidenciales, sin pasajeros y a paraísos fiscales, son otra inexplicada vergüenza. La lista es inacabable.
Transparencia Internacional, a través del Índice de Percepción de Corrupción, investigación llevada a cabo con la participación de 11 instituciones y utilizando 16 instrumentos de evaluación, determinó que Ecuador, de menor a mayor, en corrupción, ocupa el puesto 120 entre 176 países, con una nota de 30 sobre 100. Los países menos corruptos: Dinamarca y Nueva Zelanda tienen calificación de 90 sobre cien. Hay 119 países mejores que Ecuador y solo somos mejores que 56. Vergonzoso ranking.
Es verdad que antes de 2007 ya había corrupción pero, desde entonces hasta ahora, el desbordamiento es descomunal, como consecuencia del autoritarismo, de la captación de todos los poderes del Estado y de la selección mañosa de autoridades de control, afines a la Revolución Ciudadana.
Esperamos ansiosamente la selección del Fiscal General del Estado para que, con firmeza, investigue y persiga a los ladrones. Esperamos con entusiasmo al Consejo de la Judicatura definitivo para que destierre la conducta de aquel que sirvió a Rafael Correa. Esperamos que, finalmente, el Gobierno central concrete su oferta de traer a una comisión de la ONU, para seguir destapando la corrupción y, ojalá, encontrar el dinero escondido y repatriarlo.
Si no vemos acciones efectivas y radicales, nos acostumbraremos a ver a la corrupción como a la lluvia en abril. (O)