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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

No deben matar a Correos del Ecuador

25 de agosto de 2020
Cuando leí la noticia, hace ya algunas semanas, me quedé con el sabor de la incredulidad y la preocupación, que se han venido acentuando en estos días.
Hay organizaciones que han cumplido un rol fundamental para los países, que son un símbolo en sí mismas y que han prestado servicios hasta en las más difíciles circunstancias.
Una de esas instituciones es la empresa de Correos, en cualquier país que podamos imaginar, vinculando a las personas, conduciendo esperanzas, estableciendo noticias que son fundamentales para las familias.
Por supuesto que tenemos que concordar en que los tiempos han cambiado, en que todo lo digital se impone, que la telefonía celular, el internet cumplen roles fundamentales en estas tareas de comunicar y de informar, pero el papel de los correos va más allá y tampoco deberíamos dejar todo el espacio a los couriers, porque eso supondría que los monopolios impongan los precios a su antojo.
Por otro lado, mi condición de filatelista, desde muy temprana edad, me impone también otra pregunta, la que tiene que ver con la emisión de sellos de correos que llevan la imagen del país a los más remotos lugares.
¿Quién o quienes emitirán las estampillas ecuatorianas? ¿Se las eliminará de un plumazo? Cada estampilla conmemorativa es parte de la historia del país, de un país que tiende a diluirse en medio de las corruptelas y las ambiciones.
La imagen de los carteros forma parte del imaginario de muchos pueblos, al igual que los lugares para depositar la correspondencia; pienso en el Post Office de la Isla Floreana, ese tonel asociado a piratas y a navegantes eternos. Pienso en la casilla postal que tenía alquilada mi padre y a la que concurría todas las semanas para ver si había llegado la anhelada correspondencia.
En fin, son parte de los recuerdos, pero al margen de eso, hay que pensar en qué mecanismos reemplazarán a Correos del Ecuador, y cabe pensar si no habría sido mejor redimensionarlos, modernizarlos, y dejar que cumplan su papel, uno que va mucho más allá de lo que cualquier empresa privada podría asumir. (O)

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