Le dicen ‘derrochador’. Que “despilfarró la mayor bonanza petrolera”, dice el candidato banquero. Ambos términos significan gastar en exceso, y exceso es salirse de los límites de lo ‘normal’. ¿Cuál es entonces la visión de ‘normalidad’ de la derecha? La ‘austeridad’ para con los ‘Otros’, los que no forman parte del círculo exclusivo, para quienes es insensato invertir, quienes deben acostumbrarse a ser trabajadores prescindibles, vivir con lo mínimo, no tener aspiraciones, y a quienes se les puede contentar con caridad. Pero, invertir en ellos, ¡es un derrochador!
La prodigalidad es, en cambio, ‘normal’ para la oligarquía. Ahí no cabe la austeridad. Que el Estado se haga de la vista gorda con los impuestos, que mantenga a raya los salarios, no haga caso a los derechos y, sobre todo, garantice su enriquecimiento. Y como nada de esto ha sido facilitado… Pero eso es justamente lo que hoy está reclamando el candidato banquero y sus pares de las Cámaras: que la desgracia de los(as) compatriotas manabitas y esmeraldeños(as) sea la gran oportunidad para lucrar y, no solo eso, que el Estado levante y ellos manejen la plata para la reconstrucción.
Un signo del ‘despilfarro’ -dicen- son los dos aviones presidenciales, más costosos que el de Santos, cuya compra sí se justificaba -según un periodista renegado- porque un avión habría tenido “un par de incidentes”. Además de callar sobre aviones e incluso flotas de las que disponen varios presidentes latinoamericanos, la fuente silencia el hecho de que, en nuestro caso, un Presidente murió en un accidente de aviación y que el presidente Correa, recién posesionado en 2007, perdió a su ministra de Defensa en otro accidente aéreo. Pero no, pese a este “par de incidentes”, no merece tener aviones. ¡Que los venda y levante fondos para los damnificados!
¿Por qué no dijeron nada sobre los aviones de Febres-Cordero? ¿Por qué, en cambio, les arden hoy? Porque para ellos, el avión es un símbolo de poder de clase, y, como tal, representa una situación anormal en la actualidad. Porque ese emblema, que les pertenece como casta escogida para gobernar, al mismo tiempo les recuerda que ya hace varios lustros ninguno de sus miembros se ha sentado en el ‘potro’. Por ello la Presidencia no se respeta. ¡Que viaje en línea comercial!
No les cabe en la cabeza que el avión, desde otra visión del mundo, pueda significar un instrumento de trabajo para servir. Por supuesto, no manejan el concepto de servir; ellos deben ser servidos y ser obedecidos. Por eso también el odio y la ira de clase. Porque además de sus símbolos arrebatados, tienen que obedecer a quien piensan que nació para obedecerles.
Las aguas tienen que retornar a sus cauces, sueñan. Con sus delirios sobre el ‘derroche’ buscan eso: el redisciplinamiento de la sociedad en la normalidad oligárquica y neoliberal. Se trata de convencer al pueblo de que no sirve invertir en Nosotros, que nuestro lugar es obedecerles, el del Estado no interferir y que todo vale para que Ellos se hagan más ricos. (O)