En Salinas, provincia de Santa Elena, se efectuó la novena cumbre binacional entre los mandatarios de Ecuador y Venezuela. El objeto de la reunión fue hacer un balance de lo realizado en los 92 acuerdos suscritos y firmar 12 nuevos, en el marco de las estrechas relaciones que históricamente unen a los dos países.
Todo lo discutido y analizado el 7 de junio es importante y ha sido recogido en diverso grado por la prensa del país. Una de las estrellas es el proyecto de la Refinería del Pacífico, que requiere para su funcionamiento de una megafinanciación de cerca de 12 mil millones de dólares. Ahora se habló de la necesidad de incluir uno o dos socios que cooperen con la inversión requerida, informando Ecuador que, del monto asignado para el estudio del impacto ambiental, se ha ejecutado más de la mitad. La refinería que llevará el nombre del general Eloy Alfaro entrará en funcionamiento en 2015, constituyéndose en uno de los ejes fundamentales del futuro desarrollo del país. Entre tanto, uno de los acuerdos vigentes posibilita que entreguemos crudo a Venezuela y que esta nos devuelva productos derivados, sin costo, permitiendo un ahorro que supera los 300 millones de dólares.
Los convenios viejos y nuevos tienen como objetivo el desarrollo de los dos pueblos. Compartiendo experiencias y fortalezas se trata de incrementar o mejorar las realizaciones en los ámbitos: energético, de comunicaciones, transporte, salud, educación, deporte y cultura. Se busca un mayor y mejor conocimiento entre ecuatorianos y venezolanos sobre la base de la historia libertaria común, en la que irradian su luz Bolívar, Sucre y Alfaro.
Lo más importante en la integración es que se la trabaja con nuevos parámetros, signada por la complementariedad y cooperación, y no por la competencia, buscando el beneficio común, abarcando otras esferas y no solo el intercambio comercial, a fin de hacer de nuestra región un oasis de paz, libertad, respeto a los derechos humanos, democracia real. Los intentos integracionistas anteriores no despegaron adecuadamente porque se circunscribían al intercambio mercantil y por ello los pueblos no se empoderaban del proceso.
Hemos vivido de espaldas unos a otros, manejados por los visibles hilos de potencias extranjeras. Hoy sabemos que la unión regional es el único camino de supervivencia, en procura del “buen vivir”, horizonte común de nuestros pueblos. Juntos construiremos la nueva Sudamérica para los que vendrán en el mañana.