Rafael Correa es una fuerza electoral por sí mismo, que nació a la vida política y económica del país a raíz de la ruptura de los partidos políticos que desgastaron y minaron su credibilidad, cuando nuestra institucionalidad democrática había colapsado y habíamos venido dando tumbos, de presidente en presidente, golpe tras golpe de Estado.
Correa apareció entonces con un discurso de reivindicación social y de izquierda poco moderado poniendo el dedo en la llaga de los problemas del país y usando para ello un lenguaje directo y agresivo. ¿Qué fue lo que hizo que la mayoría de ecuatorianos eligiera a Correa, en desmedro de la derecha cuyos representantes decían y dicen que sí conocen el camino? El logro de Correa fue que generó confianza y credibilidad, una esperanza de cambio en un nuevo personaje que no traía un karma o un desgaste previo.
En el ejercicio del poder, el Presidente ha hecho lo que ha querido y como lo ha querido, arriesgando incluso su capital político, cosa que aún sigue haciendo porque todavía tiene asuntos pendientes. Todo lo que él se ha propuesto lo ha logrado contra viento y marea salvo por dos temas que se le pueden volver serios a mediano plazo; la seguridad y el empleo, que aún no logran mejorar sus cifras lo necesario. Es evidente que luego de que en la consulta popular pidiera al pueblo que creyera en él, éste le va a facturar por los resultados.
Es en este clima que Correa debe diseñar su estrategia, más aún cuando no están muy lejos las elecciones del 2013 donde su participación será necesaria y definitiva si es que quiere apuntalar su proyecto político. Este clima se deja ver en los resultados no oficiales de la consulta que han determinado una polarización electoral cuyas diferencias pueden ser revertidas por cualquiera de los sectores en pugna.
El tema es ¿Qué deben hacer estas fuerzas para obtener apoyo que se traduzca en votos de aquellos que no votaron por cualquiera de las dos tendencias, el Sí o el No. Si Correa quiere cautivar parte de la votación que votó a favor del No, tiene que comprender que hay ciertos sectores a los que no les gusta la polarización, como también hay otros que quieren invertir en el país pero que piden escenarios más estables para poder planificar y proteger su inversión. Para lograr esos votos no necesariamente hay que claudicar, hay que dialogar y concertar sobre temas de interés colectivo y nacional. (Continuará…)