El transitar de ustedes y el mío propio en esta tierra está lleno de flores, pero también de espinas ¡Es relativo en cada caso! Muchos momentos de “turbulencias” y pocos momentos de “buen viento y mar” para unos, y viceversa para otros; y también lo contrarío. Es probable que lo que estoy aseverando es igual a descubrir el agua tibia, y más si añado que tal peregrinación se tonar mayormente incierta ante las implicaciones tenidas a partir del nuevo coronavirus. No obstante, y quienes somos creyentes, los bienhechores se vuelven en esa manifestación de la divinidad para decirnos: ¡Ánimo, no temas!
Si vamos de lo particular a lo general, en lo que a mí respecta recientemente atravesé -y atravieso, siendo más preciso- una situación complicada, inmanejable desde mi posición, y sumamente devastadora si es que se cree que por el exclusivo hecho de “ser humano” se lo puede todo, sin necesitar de nada ni nadie. Tanto es humano como también espiritual el buscar “a sus propios paisanos” (a la familia) para solicitar apoyo y poder continuar el camino. Pues, como es lo común (salvo excepciones donde hay fundamentos espirituales y lazos de amor) todos “desaparecen”. Con la mirada en Dios, se tocaron las puertas de las amistades y de quienes nos hemos conocido gracias a que los preceptos celestiales lo dispusieron. Haciendo una analogía a esa máxima de Jesús: “muchos son llamados, más pocos escogidos”, pocas personas se hicieron presentes para extender esa mano amiga. ¿Me lo esperaba? Sinceramente no lo sabía. Lo que sí supe, posteriormente, es lo que experimenté: personas de las cuales jamás lo habría imaginado, se hicieron presentes, y “dijeron” con su tendida de mano: ¡Ánimo, no temas! Me sorprendí. Pero también me llamó la atención de sobremanera la actitud de aquellas almitas que, ante los ojos de esta masa redonda llamada tierra claman una y otra vez: “hay que hacernos presentes cuando veamos que nos piden auxilio...”; “uno no ayuda desde ahora sino desde hace mucho tiempo, y hasta en tal grupo de oración estoy… mi familiar es de la parroquia tal… yo soy de tal agrupación…”, y que cuando “llega el momento de la verdad” al “tocarles” sus corazones, ni siquiera contestan sino que te invisibilizan. En palabras del ex presidente Correa: doble estándar (espiritual y humano).
Desde lo general, debo decir que la ayuda jamás debe ser exigida a ninguna persona, siempre es bienvenida. No es una obligación (humanamente hablando). Ni Dios obliga, jamás. Sin embargo, si se está inclinado a hacerlo cuando se es creyente o si se intenta serlo (como quien les habla). Sí incomoda que quienes “se llenan la boca” mostrando a la sociedad una “cara de la moneda” pero con “los conocidos” se tiene otra. Me pregunto: ¿Cómo actuaran con quienes no conocen? ¿Corazón de piedra? Jesús dice (parafraseando): hipócritas, buscan mostrarse brillosos por fuera cuando por dentro están destilando mal olor. No los odio. Sí aspiro que enmienden.
A quienes actúan -y actuaron- como el buen samaritano con quien lo necesita (me incluyo): gracias, gracias, gracias.