Sí. Las madres divorciadas pueden secuestrar a sus hijos o hacer mal uso de las pensiones alimentarias. No. Esto no se puede generalizar porque es perpetuar un estereotipo. Cuando un estereotipo negativo se usa para elaborar leyes, se hacen leyes discriminatorias, por tanto, regresivas.
No. Las mujeres no son las únicas cuidadoras posibles, pero sí han desarrollado una destreza histórica al haberse naturalizado su rol. Las mujeres divorciadas, solteras, trabajadoras precarizadas, han asumido el rol de cuidado ante violaciones de donde resultan hijos; abandono de los padres; cuidado de la discapacidad; pobreza. Eso ha creado desventajas económicas y sociales. Detrás de estas desventajas hay historias de violencia.
Muchos padres divorciados reclaman un rol más allá del proveer. Participar del cuidado es legítimo y necesario para desmontar el patriarcado y lo que este hace con los hombres. Las nuevas paternidades trans, gais, heterosexuales, lo muestran. Pero para ser coherentes, estas paternidades deben romper con el control económico y con el privilegio histórico del padre, es la única forma de desmontar las violencias.
La coparentalidad parece una posibilidad, pero sus elaboraciones carecen de legitimidad. Su mayor representante es Richard Gardner, quien justificó la pedofilia y el incesto en su obra. Hay que leerlo, tenemos la responsabilidad de saber qué herramientas usamos. Gardner nunca usó datos empíricos al crear el síndrome de alienación parental, por ejemplo, y su obra está plagada de deducciones lógicas inválidas. Este no puede ser un fundamento para modificar leyes.
Los padres necesitan posibilidades legales para ejercer su paternidad, pero la coparentalidad no es una opción porque se sostiene en la misoginia: pensemos la justicia de otra manera. Nuestra capacidad de discernir depende de nuestra aproximación crítica a los problemas, más ahora, cuando se discuten las reformas del Código de la Niñez y la Adolescencia. Lea a Gardner, mire por usted mismo. (O)