Contradicción humana: (solo para esta sección; nuevamente: estas líneas están dirigidas a todos mis pares. Como lo socialicé anteriormente, mi posición es propia del frente cristiano católico. No obstante, puntualizo que no pretendo imponer mi pensamiento, ni irrespetar, ni mucho menos denostar a quien no estuviese de acuerdo conmigo).
Escuchaba con atención la homilía de un sacerdote español, del Evangelio del I Domingo de Cuaresma. Citó, en su parte pertinente: “Sobre la tentación del Demonio hecha a Jesús, de ofrecerle poder y dinero a cambio de que le adore. Y Jesús responde: solo a Dios tienes que adorar”. E inició reflexionando: “¿Cuál es nuestro precio? (…)”. Continuó (parafraseando): Hay quienes no aceptaron el soborno del maligno (muy bien disfrazado); ellos no se vendieron y lograron llegar a los altares. Aunque hay quienes aceptan prebendas laborales y personales a cambio de venderse (por un precio) quebrantando así los valores y principios. (Comentario personal): ¿Vale la pena conseguir el escalar alto previo pagar un precio muy caro, incluso sacrificando mi dignidad (pese a que “todos” lo hacen, dirán algunos)? Dijo el sacerdote: “(…) mejor comerse un pan honradamente que tener comodidades a costa de haber quebrantado mis principios”.
Contradicción política: en una nota periodística, sobre el candado constitucional ecuatoriano para aquellas personas que han estado en dos periodos como legisladores, no pueden candidatizarse a tal dignidad otra vez. Sorprendido cuando una dama legisladora esgrimió (parafraseo): “Lo veo como impedimento. Creo que hay quienes deben reelegirse por el buen trabajo hecho”. Vamos por partes: 1) calificarse a sí mismo huele a arrogancia, mejor que sea el Soberano; 2) ¿Dónde quedó (para ella y para quienes piensan así) que los jóvenes puedan suceder a quienes, por años, han sido políticamente activos? ¡Coherencia! (O)