Por qué a Fabricio -mestizo (él se autodefine como blanco), graduado en uno de los colegios más prestigiosos de Quito, con título de cuarto nivel y socio de un renombrado bufete jurídico- la justicia lo liberó después de seis meses de investigaciones sin otorgarle ninguna sentencia condenatoria? Su cónyuge tenía un embarazo de ocho meses. Fabricio la golpeó de manera tan brutal que ella perdió a la criatura.
¿Por qué a Mariana, indígena, sin estudios y empobrecida, la justicia la sentenció a 24 años de prisión? Su conviviente le dio una paliza, una de tantas…pero esta vez fue letal. Mariana estaba en la última etapa de su embarazo y el niño nació en el baño de su vivienda, mientras ella estaba inconsciente por los golpes recibidos. El hombre llamó a la Policía y culpó a Mariana del fallecimiento del niño.
¿Por qué la justicia trata a Mariana y a Fabricio de forma tan diferente si, según la Constitución, a todos los ecuatorianos nos amparan los mismos derechos?
Ser hombre, “blanco, de apellido y de alcurnia”, todavía otorga privilegios. No solo ante la justicia, sino en la mayoría de espacios públicos y privados. Estos privilegios son muy difíciles de desterrar porque se basan en construcciones clasistas, racistas y excluyentes que están muy arraigadas en la sociedad ecuatoriana.
Sin embargo, los privilegios se pueden utilizar también para visibilizar y combatir la desigualdad que castiga a todas las mujeres en virtud de su etnia y clase socioeconómica.
Hacer feminismo desde el privilegio es una herramienta muy poderosa porque son las propias mujeres, quienes se organizan con el objetivo de que otras mujeres mejoren su calidad de vida, salgan de la pobreza, abandonen la falta de oportunidades y empiecen a vivir sus propios destinos.
En Ecuador urge que el feminismo abandere las causas de las mujeres más vulnerables, las indígenas, afroecuatorianas y montubias. Para cambiar el destino de mujeres como Mariana es que el feminismo existe. Es la razón de ser y la esencia del feminismo. (O)