Los conspiradores contra el orden constituido, identificados con la derecha política, los traidores, los resentidos infantiles y otros agregados, no aceptan que la mayoría de los ecuatorianos considere a Rafael Correa Delgado, líder del Socialismo Siglo XXI, como su guía para transitar por el camino en la búsqueda de una vida sin angustia y sobresaltos. Estamos decidiendo la propuesta del Ejecutivo dentro del proceso de cambio hacia el advenimiento de una nueva era en beneficio de los que tienen poco o nada. Se está librando otro enfrentamiento entre el pasado retrógrado y el futuro donde imperen la paz y la justicia social.
En la contienda del Sí y el No, tras la desigual campaña, la “prensa independiente”, manteniendo su estrategia soterrada contra el régimen, aprovecha los datos errados de una encuestadora para pretender tergiversar el sentido de la consulta mediante la difusión de reseñas escandalosas y escenas de protestas, sin fundamentos, para crear un ambiente de probable fraude e intentar opacar, hábilmente, la transparencia del proceso democrático.
En la maniobra se involucran la partidocracia con sus representantes fracasados, los sociolistos y con la deplorable militancia del MPD, en vergonzoso abrazo con sus adversarios de ayer, Lucio Gutiérrez, los socialcristianos y los prianistas. Es un evidente acto de traición o renunciamiento a sus proclamados principios. Es un frente sin dirección, pero cargado de odio contra un ciudadano que está haciendo lo que fue imposible para otros y que piensa en la felicidad de la mayoría y no de la minoría acostumbrada a vivir del trabajo ajeno.
La contienda no ha terminado, la oposición tiene poderes, el dinero de la oligarquía, el de la “prensa independiente”, aunque ha disminuido su credibilidad, mantiene influencia en la formación de la opinión pública, según sus intereses y un sector de la Iglesia católica que convierte el púlpito en tribuna política.
Es indispensable la polémica partidaria en el convivir democrático, pero sujeta a preceptos jurídicos y éticos, a fin de evitar desafueros, el caos y la oculta conspiración. La oposición reflexiva y de principios es saludable porque contribuye a corregir yerros en la conducción del Estado, pero es condenable cuando maneja sus recursos para desestabilizar el régimen. No es posible que la gente cambie de opinión, pero invitamos a repasar el pensamiento de Miguel de Unamuno: “El progreso consiste en el cambio”.