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El Telégrafo

Consolidación de la democracia

06 de mayo de 2011

La democracia es una forma de gobierno en que la soberanía reside en el pueblo. En el régimen democrático, como el que rige en el Ecuador, se garantiza la libertad en sus diversas manifestaciones y el goce del derecho en su multiplicidad. En nuestro país se mantiene en vigencia la nueva Carta Política del Estado de 2008 aprobada en referendo por mayoría de votos de los ecuatorianos.

Es  deplorable que ciertos columnistas y dirigentes de la oposición se confabulen para tildar de dictador al Presidente de la República por alinearse en la corriente del Socialismo Siglo XXI que se proyecta hacia una nueva estructura socioeconómica del país que permitirá el advenimiento de la justicia social. Se olvidan los detractores del régimen que la dictadura clausura medios de comunicación  críticos y no admite el funcionamiento de los partidos políticos. Si alguna vez se ha observado, enjuiciado o sancionado  a un periodista es por atentar contra lo más sagrado del ser humano, la dignidad, y que esta respuesta al desatino no se confunda con un ataque a la libertad de expresión y se tome como pretexto para emprender una campaña de reclamo infundado y vestirse de luto.

Se realizará  un acto democrático, luego de una agitada jornada por el Sí y el No. Mediante convocatoria y supervisión del Consejo Nacional Electoral los ecuatorianos están invitados a un histórico proceso de consulta y referendo para decidir con su pronunciamiento en las urnas respecto de la propuesta de Ejecutivo.

Cada sector, sin interferencia, guió su labor proselitista desde su ángulo e interés. Muy propio del fragor de la contienda, se registraron inusitadas exaltaciones, pero por la madurez y experiencia de los protagonistas, la campaña se desarrolló y terminó sin consecuencias lamentables.

La consulta popular es un recurso o instrumento de los gobiernos para responder a los cuestionamientos o deducir enmiendas a posibles yerros con la saludable intención de buscar soluciones por consenso. El pronunciamiento del pueblo no es improvisado, es producto de un proceso con el asesoramiento del oficialismo y la oposición para que impere la reflexión y el sentido común. El veredicto que se suscribirá  en las urnas es inapelable y obliga su acatamiento.

A los obstinados que no escuchan el criterio de otros, les recomendamos el pensamiento de Winston Churchill: “La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”.

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