El Consejo de Participación definitivo intentó instalar una comisión para perpetrar un golpe de Estado palaciego. La institucionalidad pública respondió con acciones judiciales y políticas. El pretexto del órgano, que está secuestrado por el correísmo, es evaluar y después destituir a los magistrados que tienen prohibido evaluar y destituir por disposición expresa. Esta acción materializa el delito de incumplimiento de una orden expedida por una autoridad y lo convierte en una intentona golpista que busca desconocer a los poderes constituidos para enturbiar la democracia. Todo sucede para intentar introducir a como dé lugar una Asamblea Constituyente.
Esto forma parte del repertorio golpista característico de la década ganada. Pero esta vez no parece que tendrán mucha suerte. El curita y sus compinches caminan sobre la cuerda floja, la Asamblea los encausará políticamente y la justicia iniciará acciones por desacato u otros delitos. Hoy intentan repetir uno de los tantos autogolpes palaciegos que los populistas perpetraron con éxito. En 2006 dieron su primer golpe al derrocar al Congreso Nacional y al secuestrar al Tribunal Supremo Electoral para dar viabilidad a la Asamblea Constituyente que dio vida a la Constitución de Montecristi de 2008; en 2007 defenestraron al Tribunal Constitucional, en 2009 a la Corte Suprema de Justicia y en 2016 reformaron la Constitución por la vía parlamentaria, sin una consulta popular, para permitir la reelección indefinida.
Un golpe de Estado contemporáneo ya no necesita disparos, militares o desaparecidos como en el pasado; hoy necesita descabezar a un poder del Estado y desconocer la validez de la Constitución. Esto es lo que hizo el correísmo en, al menos, cinco ocasiones, con absoluto sigilo durante su década de abusos. Títeres y titiriteros de esta burda obra buscan instalar un golpe de Estado y pescar a río revuelto. Este caos que preparan los golpistas es planificado. (O)