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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Congestión de tránsito en Ecuador

03 de octubre de 2019

Inicié mi primer día de octubre con una terrible congestión de tránsito en el centro de Guayaquil, afectando especialmente al malecón Simón Bolívar, que es la vía de ingreso a los túneles del cerro Santa Ana.

Como de costumbre, los vigilantes de tránsito de la ATM, en lugar de dirigirnos por las vías de descongestionamiento, nos hicieron ingresar y salir del malecón un par de veces. Casi una hora dando vueltas. Creo que había algún tipo de desfile estudiantil por el pregón de las fiestas del 9 de Octubre. Esto me quita todo el fervor cívico, pues es terrible paralizar la ciudad cuando ya vamos a tener un largo feriado.

Los embotellamientos de tráfico se han incrementado en todos los países del mundo, desarrollados o no. Y probablemente se empeore, representando indudablemente una seria amenaza para la calidad de vida urbana. Lo primero que vemos es una progresiva reducción en la velocidad de movilización. Pero esto incrementa el consumo de combustible, el tiempo de los traslados, la polución e innumerables otros costos que nos hacen la vida difícil.

Quito tal vez tiene pronto una solución parcial a este problema con su nuevo Metro; pero en Guayaquil, pese a las buenas administraciones municipales, no hemos dado pie con bola para mejorar el tránsito. La Aerovía en algo aflojará la circulación en los puentes desde Durán, pero no hay un verdadero proyecto que sea una solución al transporte masivo de gente.

Y en todo el país, la adquisición de vehículos (ahora son chinos) se ha incrementado pese a la crisis y hay un uso intenso de autos particulares. Ahora están muy severos en la capital, con la restricción de circulación completa con el pico y placa. En la Perla del Pacífico no queremos usar estas medidas, en primer lugar, porque somos muy indisciplinados e irrespetuosos, tanto los choferes particulares como -y peor- los de servicio público.

Parecería que el poder que tienen los transportistas es tan grande que nuestras autoridades seccionales no quieren hacerse problema. Pero hay que reconocer que las estadísticas nos dicen que los vehículos particulares provocan once veces más congestión que un bus.

Esta situación demanda una solución cultural y de infraestructura. Debemos tener medios de transporte masivo seguro y confiable y, así mismo, aceptar la necesidad de usarlos. (O)

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