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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

Confinamiento y salud mental

06 de mayo de 2020

La pandemia ha desnudado las fortalezas y debilidades de la sociedad. Y ante este episodio todos los ciudadanos, sin excepción, estamos “igualados” porque este virus invisible no respeta a nadie. El resultado es una “democracia viral” que ha puesto en guardia a los Estados que declararon confinamientos obligatorios, distanciamientos sociales y semáforos. ¿Y la salud mental?

Frente al contagio generalizado, la prioridad ha sido la prevención, el aislamiento físico y la insistencia en menos aglomeraciones. Y está bien: los expertos han hablado y pronosticado tendencias, pero pocas veces insisten en la salud mental, que tiene relación con los desórdenes de la mente producidos por el estrés, o las enfermedades provocadas por los denominados “hábitos inocentes” como el licor, el tabaco, la automedicación, el exceso de trabajo o la televisión, en época de cuarentena.

Nos referimos a la salud como equilibro, como la búsqueda y encuentro de la estabilidad física, emocional, y no solo individual. La salud integral es un encuentro con el otro, con la alteridad, es decir, con el ser humano más próximo, que comparte con nosotros la esperanza de mejores días. Estos propósitos loables se contraponen en tiempos de confinamiento, donde los encuentros están limitados y sometidos a reglas rigurosas y a veces dolorosas.

Al principio decía que la pandemia ha revelado fortalezas y debilidades de personas y naciones. Muy cierto. Nuestras fortalezas como país son enormes: somos una nación biodiversa, única en el mundo, y el resultado –nos guste o no- de procesos profundos derivados de fenómenos naturales (erupciones, terremotos, deslaves, inundaciones), así como de cambios políticos y económicos (golpes de Estado, revoluciones y levantamientos), a los que se unen un valor esencial de nuestro pueblo: la solidaridad. Pero también ha revelado debilidades que, según últimos datos, se inscriben en la indisciplina social, la desobediencia civil y la inequidad socioeconómica o pobreza.

La salud mental, y de manera especial el estrés, la neurosis, la ansiedad y la incertidumbre están aliadas a procesos algunos patológicos que nos enferman. Que este encierro nos sirva para repensar nuestra realidad, recuperar energías y generar proyectos de vida compatibles con una salud mental compartida, que nos restaure el equilibrio y nos permita transformar las debilidades en fortalezas. (O)

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