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El Telégrafo

Condenadores condenados

26 de julio de 2011

Una reflexión cívica sobre el conflicto con la gran prensa. No es solo Rafael Correa ni su personalidad, sino la REVOLUCIÓN CIUDADANA y sus alcances, que afecta poderosos intereses, a los que se debe o representa.

La entusiasmó el 30-S, dijo y dice toda clase de barbaridades. Le importa un comino la cacareada democracia. No acepta responder por sus afirmaciones tendenciosas, por la vía jurídica, que el mismo poder creó. Es una actitud cobarde.

Reclama como si la respetara, a la libertad de expresión, que por fin el pueblo impuso con la Constitución, que consagra como derecho opinar y expresar libremente nuestro pensamiento en todas las formas; esto es, lo que Eloy Alfaro conquistó y ellos lo han negado; también el derecho de los agraviados POR INFORMACIONES SIN PRUEBAS O INEXACTAS, EMITIDAS POR MEDIOS DE COMUNICACIÓN, A LA RECTIFICACIÓN, RÉPLICA O RESPUESTA, EN FORMA INMEDIATA, NO AL TÉRMINO DE UN JUICIO; el derecho al honor y al buen nombre.

También establece la responsabilidad ulterior de medios y periodistas, lo que los enloquece.

El pueblo exige respeto a este derecho, no como presionan los propietarios y ciertos plumíferos de la prensa amarilla; como la conciben los dirigentes de las cámaras, la SIP, gremio alcahuete de gobiernos oprobiosos y dictaduras sangrientas; la partidocracia y sus residuos, algunos de cuyos dirigentes también fueron víctimas del acoso y la perversidad mediática; o como la quieren ciertos “periodistas” para mantener el estatus, sin libertad para informar y sujetos a represalias.

Con motivo de la sentencia del caso El Universo, un juez -por fin, uno de pocos- ha sido satanizado. Emitió su fallo en un día, teniendo cuatro. Le cayeron encima los condenados y sus adulones; muchos, olvidándose de anteriores conductas.

El fallo es histórico, condena a los condenadores de la prensa, de todos los días y toda situación; les resta prepotencia, vanidad; los ubica, ya que se creen los dueños de la opinión pública, y solo informan cómo y cuando les conviene, lesionando el derecho del pueblo a informarse con la verdad.

El fondo no es lo que casi patológicamente uno u otro pueda “opinar”, es el poder herido por los cambios, la posibilidad de profundizarlos, como lo exige el pueblo a través del control estatal de los sectores estratégicos, la construcción de la economía social solidaria, la integración bolivariana, la penalización del enriquecimiento ilícito, la reforma de la justicia; en suma, la REVOLUCIÓN CIUDADANA. Bien por el país, la democracia, Rafael Correa y la justicia.

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