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El Telégrafo
César Hermida

Condecoración a Rodrigo Fierro

05 de septiembre de 2015

La entrega de la máxima condecoración del Gobierno con la Orden de la Gran Cruz al Dr. Rodrigo Fierro Benítez constituye un acierto.   El distinguido maestro ha recibido reconocimientos de la Universidad Central, en donde enseñó, de la Escuela Politécnica Nacional, en donde también trabajó, y de la Universidad Andina Simón Bolívar, a la cual ha estado ligado en los últimos años, la misma que, además de homenajearle nombrándole Profesor Honoris Causa, publicó hace pocas semanas su último libro autobiográfico. La condecoración significa también el reconocimiento a su gestión como Ministro de Salud del esperanzador gobierno del presidente Jaime Roldós, que concluyera abrupta y misteriosamente.

Más allá de la brillante hoja de vida de Rodrigo Fierro, vale destacar aquí otros dos hechos de trascendencia: el trabajo cumplido en el pueblo de Tocachi y las parroquias aledañas, y la formación de su equipo de investigadores en torno a los estudios allí desarrollados. Hace tres años, dicho pueblo le reconoció, de manera afectiva y emocionante, su estadía y múltiples visitas de cuatro décadas antes, cuando su obra, con su equipo de trabajo, permitió que nacieran niños sanos y que la gente pudiera vivir sin el azote histórico de la falta de yodo y el riesgo del cretinismo endémico.   Los niños sanos nacidos entonces eran ahora los dirigentes parroquiales que apreciaban el esfuerzo de un hombre recio y capaz, que hizo desde allí sus contribuciones mundiales. Dicho reconocimiento estaba también organizado por uno de los miembros de aquel equipo de trabajo, que hoy, con una destacada institución privada, continúa aportando para el desarrollo humano de dichos pobladores.

El equipo de trabajo de Rodrigo Fierro se constituyó seleccionando a los mejores estudiantes de medicina de aquel tiempo.   Allí floreció Eduardo Estrella, que con su luz propia se volvió un personaje histórico para el país. Allí trabajaron muchos otros que recibieron su sabiduría y ejemplo.

El maestro se forjó solo en la vida, en un mundo que requería capacidades y sacrificios para estudiar en la capital, y más aún para especializarse en España y otros países. Sus nexos y contribuciones resultaron de las más elevadas en las academias del mundo. Es una vida de notables aportes, cualitativos y cuantitativos. Los reconocimientos son valederos ahora que todavía se le puede oír y leer, de que mantiene su columna y su coloquio de libros leídos con los amigos, de que ha hecho una familia incomparable y una obra inmortal. (O)

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