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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Con plastilina

06 de abril de 2020

Damas y caballeros, bienvenidos a esta explicación con plastilina. En la esquina roja: las víctimas, cuyo seudónimo es “trabajadores”; en la esquina azul: los villanos, cuyo seudónimo es “empleadores”. Pronto empezará el round, pero antes, a moldear algunos puntos:

1. Los empleadores generan plazas de trabajo donde otros, los trabajadores, trabajan. ¿No les gusta ser trabajadores? Entonces generen plazas de trabajo y conviértanse en empleadores.

2. Lo empleadores tienen la obligación de pagar a sus trabajadores como contraprestación por su trabajo. Para pagar, necesitan que la empresa tenga ingresos, pues ¡sorpresa! Los billetes no crecen en los árboles.

3. Si una empresa, por una crisis sanitaria mundial, no tiene ingresos, los trabajadores tienen dos opciones: a. Flexibilizar radicalmente su posición laboral para que la empresa pueda sobrevivir y que mañana todos puedan comer (dije todos, pues los empleadores no hacen fotosíntesis); o, b. Exigir estabilidad absoluta y quebrar la empresa, para que mañana no exista patrimonio con el cual responder a sus indemnizaciones ni empresa a la que levantar. Es decir, empleador y empleados de patitas a la calle.

4. Asfixiar al que alimenta familias genera que mañana ya no exista el que alimenta familias. Si la empresa no tiene ingresos, ni el empleador es villano ni el trabajador víctima. Elegir la eutanasia cuando puedes elegir la vida se llama suicido, no buen morir.

5. No, no se trata de dejar de reconocer derechos irrenunciables del trabajador, se trata de inyectar sentido común a quienes creen que se pueden ejercer derechos laborales sin trabajo.

6. ¿Sabían que para tener vacaciones necesitan de un opuesto? El opuesto se llama trabajo. ¿Cómo conservarlo? Haciéndose livianos. ¿Cómo? Equilibrando los sacrificios.

7. ¿Cree usted, trabajador, que sus derechos están por sobre la realidad? Hagamos la siguiente prueba: desaparezca. ¿Sabe qué pasa? La empresa sigue en pie, sólo lo reemplazan por otro. Ahora desaparezca a su empleador. ¿Qué pasó? ¡Aja! ¿Se dio cuenta? La empresa desapareció pues el empleador no ha sido remplazable, ¿verdad?

No estoy defendiendo ni la explotación laboral ni el capitalismo salvaje. Sólo rindo tributo al sentido común en medio de un modelo en el cual los sueños y anhelos del trabajador se llaman derechos; mientras que los sueños y anhelos del empleador se llaman obligaciones. (O) 

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