El postulado conservador y retrógrado que intenta detener una educación en derechos con perspectiva de género, que cuestione estereotipos, que muestre nuevas formas de ejercer la masculinidad, ha utilizado el desafortunado eslogan “Con mis hijos no te metas”, el cual pretende ser una consigna protectora, pero es todo lo contrario. Lo que realmente se impulsa con esta campaña -movida por oscuros intereses y agendas- es no solo aislar en una burbuja a los chicos para que no reciban una necesarísima educación sexual sino, además, afectar profundamente sus vidas.
Los efectos de una ausencia de educación sexual y sin perspectiva de género, los tenemos ahora a la vista en las cifras de violencia intrafamiliar; en las de embarazos adolescentes; en las enfermedades de transmisión sexual; en la persistencia de machismo y roles tradicionales; en la inequidad en las relaciones entre hombres y mujeres. No todo se va a solucionar con la educación ni va a ser inmediato, pero qué duda cabe de que estas medidas van a tener impactos fundamentales a mediano plazo.
La educación de nuestros hijos no tiene un lugar privilegiado en el hogar o la escuela. Realmente hay una descentralización en las fuentes de información y educación a la que los chicos tienen acceso en la actualidad. El Estado, si realmente tenemos un sistema democrático, debe dirigir sus políticas públicas educativas con base en derechos y equidad. Constituye una oportunidad invalorable que maestros formados en estos temas puedan educar a nuestros hijos, pues la mayor parte de nosotros desconocemos cómo abordarlos, y terminamos reproduciendo las equivocaciones de nuestros padres.
Se trata de tener jóvenes y adultos con relaciones afectivas más saludables, equitativas, en las cuales las parejas se traten con respeto, compartan las tareas de cuidados, ambas partes se sientan realizadas y reconocidas profesional y humanamente. Si esto significa “meterse” con nuestros hijos, más bien hay que decir “con mis hijos, por favor, métanse”.
Las burbujas en las que pretenden encerrarlos campañas como estas, no son de protección, son burbujas de tradicionalismo que terminarán lastimándolos, porque no los estaremos preparando para los nuevos retos de una sociedad que exige nuevos roles para hombres y mujeres.
La factura que les pasará a esos padres conservadores va a ser muy alta, pero lo peor es que no la van a pagar ellos, sino sus hijos y nietos. (O)